CRUZ AZUL
CANTERA DE VERDADEROS HINCHAS
El domingo pasado se
vivió una de las finales más cardiacas de los últimos años. Se jugó la final
del Torneo Clausura 2013 del futbol mexicano, y como ya es casi costumbre, una
cruel y caprichosa costumbre, el Cruz Azul tuvo el campeonato en su bolsillo
hasta el minuto 87, pero sólo eso duró, 87 minutos, pues nuevamente el club
América ahogó nuestro grito de: ¡CRUZ
AZUL, CAMPEÓN!
Nos aguaron la fiesta.
Soy peruano pero crecí
en México; desde que tengo uso de razón y gusto por el balón pie, el equipo de
mis amores viste de color azul y blanco y su escudo es una cruz. Los mal
hablados y poco ilustrados señalan que soy azulino porque en 1994 llegó el
jugador peruano Juan Reynoso Guzmán, hoy técnico del Cruz Azul Hidalgo, al azul.
Sin embargo dicha afirmación es falsa. Mi amor por la Máquina nació mucho tiempo atrás. Lo de Juan Reynoso fue solamente
un plus a mí ya definido compromiso
con los cementeros.
Dicho eso, sigamos con
la final.
El futbol, como muchos
deportes, carece de lógica. Caso contrario, el campeón debió ser el Cruz Azul,
tan simple como ello. Pero como les dije, no hay lógica en el futbol. En honor
a la verdad, el justo ganador, y por obvias razones, fue el club América; sin
embargo ello no significa en lo absoluto que dicho club halla dominado el
encuentro, como así lo han chillado
muchos de sus seguidores, quienes enceguecidos por el amor a la camiseta han soltado frases tales como «nos pasamos al cruz azul por el culo» o
«somos los más chingones» o «el único equipo en la cancha fue el América».
Ante estos bufones e hilarantes comentarios cabe hacer la siguiente pregunta:
¿QUÉ
PARTIDO VIERON LOS HINCHAS DEL CLUB AMÉRICA?
Pues el partido que yo
vi, el transmitido por el canal de Televisa San Ángel, tenía una esencia muy
distinta al que hacen referencia los seguidores del actual campeón. Quizá, como
les dije, la fiebre de la victoria nubló la vista y perjudico los demás
sentidos de tan ofuscados seguidores. Y es que lo cierto es que el Cruz Azul
dominó casi todo el partido: la defensa era dura de pasar, la media robaba
pelotas a diestra y siniestra y los delanteros llegaban con suma facilidad al
arco resguardado por Moisés Muñoz. Tan ese así, que “el jugador del partido” fue precisamente el guardameta
americanista. Cierto, el club América tenía un hombre menos; bueno pues, quién
manda a Cruz Medina a cometer semejante falta. La roja, a mi parecer, fue bien
merecida. Claro, los comentaristas de Televisa, muchos de ellos águilas de
closet, rebuznaban de que la falta no merecía tan alta sanción, la de ser
expulsado.
Cruz Azul planteó un
mejor juego, no dejaba jugar a su rival y lo puso ante contra la pared. Jugó
bien. Sin embargo, La Máquina,
demostró que pese a su joga bonito,
no era el digno a llevarse la copa. Me duele decirlo, escribirlo, pero lo es. El
partido no dura noventa minutos, no señor. Dura lo que señale el juez, el
árbitro. El pitazo final es el que sentencia en término del partido, y punto.
Cruz Azul pecó. Así es, se sintió campeón sin serlo, menospreció a su rival, y
con la soberbia de quien mira a un enemigo derrotado y con hastío, se confió.
Creyéndose ganadores, tocaron y tocaron la pelota sin concretar un segundo gol ¾el tercero el global¾, que les asegurara la victoria.
Corrieron y llevaron el balón por toda la chancha, hacían perfectas paredes,
una que otra jugada de lujo, y todo eso, para nada. Si algo demostró el club campeón,
es que el partido se juega hasta el juez decida.
No sé si fue por amor a
la camiseta o compromiso con los hinchas, no lo sé, pero las águilas
demostraron garra y ganas de salir campeones, por eso, ante la soberbia que
nubló la inteligencia de los once guerreros azules, les marcaron el primer gol
en el minuto 88. Aun así, La Máquina campeonaba. Pero ese gol fue
como un vaso con agua al sediento, reavivó la esperanza amarilla. Los
americanistas nunca se sintieron derrotados, y pese a tener un hombre menos, se
fueron a la carga con todo. Cruz Azul perdió el horizonte, no supo qué pasó ni
cómo pasó, pero les empataron el partido. Distraídos y desorbitados siguieron
en busca del gol que les permitiera congelar el juego del club América, fue
inútil. Y al minuto 92 con 20 segundos ¾
faltando 40 segundos para el pitazo final¾
el guardameta Muñoz, en complicidad involuntaria de Alejandro Castro, metió el
segundo gol de las águilas, el cual les permitió irse a tiempo extra; tiempo
extra que fue de mero trámite para los azules, pues simplemente se avocaban a
que el club América no definiera el partido en el tiempo de alargue, y es que
las piernas de los jugadores cementeros estaban fusiladas, no daban para más,
¿Por qué? Porque no respetaron a su rival y corrieron toda la chancha sin
inteligencia alguna, razón por la cual no pudieron sostener el ritmo que
hidalgamente había mantenido hasta el minuto 87.
Soy cruz azulino, sí.
Amo mis colores, sí. Estoy comprometido con La
Máquina, sí. Pero ello no mengua en
lo absoluto que hay que saber reconocer los errores y los aciertos de mi
equipo. Y por eso lo digo con mucho coraje y mucho dolor, el Cruz Azul no
mereció el campeonato de la Liguilla,
no señor. No se puede jugar con soberbia. Y si algo hay que aprender del club
campeón, es que no bajó los brazos ni un segundo.
Por supuesto, hay que
felicitar al campeón y a sus hinchas, pero el hecho de reconocer que ganaron la
Liguilla no es sinónimo de grandeza
ni de mejor futbol que el del Cruz Azul. Pero a veces hay que entender a los
seguidores del club ganador, es obvio que ante tanta mediocridad demostrada a
nivel táctico y técnico, sientan que fueron muy superiores que La Máquina.
¡Ah! Se me olvidaba.
Tras el partido, como si se tratara de la Cuarta Temporada de The Walking Dead, salieron los zombis de los hinchas derrotados en el
torneo azteca, aquellos que comenzaron a vociferar contra el partido en
general. Lo tacharon de mediocre y aburrido, y que si su equipo hubiese llegado
a la final, hubiese sido mejor. Ante ello, solo cabe reírse, y es que ese “hubiera” es el único consuelo de tan
pobres seguidores que, sintiéndose más hinchas que uno, se consuelan pensando
en utopías. En honor a la verdad hay que decirles que si su equipo no llegó a
la final es simplemente porque es malo y no pudo vencer a sus rivales de turno.
A esos hinchas descarriados les aconsejo, si me lo permiten, que no alardeen de
lo que no tienen. Que su amor por la camiseta no los traicione. Que sean
honestos con ellos mismos. Y que sepan respetar el esfuerzo y el coraje de los
equipos que dignamente llegaron a la final.
Ya llegaremos a una próxima final, y entonces, al igual que ahora, nuestras gargantas estarán más que listas para gritar:
¡CRUZ AZUL, CAMPEÓN!
Lima, 29 de mayo
de 2013.