viernes, 13 de marzo de 2015

TU OPINIÓN IMPORTA


Hace dos días, camino a mi casa y divorciado de mi música por haber olvidado mí ipod shuffle, puse la radio en mi celular y, jugando con el aparato, llegué a la estación de Radio Capital, esa radio que tiene como cliché promocional: TU OPINIÓN IMPORTA.

Pensé que el tema de debate sería el reciente rechazo del Congreso de la República a la Unión Civil. Pero no, no era el tema que se concentraba en los estudios de la radio. El tema era otro, uno también polémico. Lo explico en pocas palabras:

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ─CIDH─ ha condenado al Estado peruano al pago de $ 105, 000.00 Dólares a favor de la señora Gladys Espinoza Gonzáles, por concepto de inmenizatorio, toda vez que dicha mujer fue ultrajada sexualmente por efectivos policiales cuando fue aprendida.

Según se aprecia, esta noticia más allá de ser cuestionada, se vería como una buena noticia. Pero el problema radica en que dicha señora se encuentra purgando pena por haber formado parte del grupo terrorista MRTA. Así es, la señora, a la que ahora el Estado peruano debe indemnizar, es una terrorista que en la década de los ochenta y noventa torturó y mató a gente inocente.

La cosa cambia. O al menos eso parece. ¿No?


Los dos periodistas de Radio Capital, Mariella Patriau y Jesús Veliz, eran los dueños del tiempo y recibían llamadas del público oyente quienes argumentaban contra la decisión de indemnizar a Espinoza Gonzáles. Así pues, varios seguidores de la radio comentaban que el Perú debía retirarse de la CIDH ya que no aportaba nada bueno y que al contrario, el billete para pagar a la terruca saldría de  nuestros bolsillos. Y en efecto el fulano ese tenía razón, en parte. Pues el billetón gringo que recibirá la reclusa, saldrá de las arcas públicas, es decir, de los impuestos de todos los peruanos. Así, llamaron varios para criticar la decisión de CIDH. Es más, los mismos conductores, según ellos, diestros periodistas, se mostraban ácidos contra lo resuelto por la jurisdicción supranacional. Al grado de que Mariella Patriau señaló que era una vergüenza que el Estado deba indemnizar a una terrorista que causó tanto daño al Perú. ‘Se hacen ricos. Entonces yo también me volveré terrorista’, manifestó la articulista.

 

Es ahí cuando mi paciencia se acabó al escuchar tanta estupidez junta. Desgraciadamente no tenía modo alguno de poder comunicarme con ellos, de formar parte de los radioyentes y poder dar mi opinión, pues, según su eslogan, importa.

 

Hay un dicho muy cierto: ´la ignorancia es atrevida´.

 

Y lo es.

 

Los dos ‘profesionales’ radioconductores desde el comienzo estaban errados. Pues comenzaban sus preguntar a los oyentes con: ¿Qué opina de que la CIDH ha ordenado indemnizar a la terrorista con la suma de ciento cinco dólares?


Así expuesto, hasta yo me hubiese indignado. Pero lo que los ‘profesionales’ no sabían, o se hacían los burros, al igual que muchos radioescuchas, es que una cosa no tiene que ver con la otra.
Por qué el titular de la noticia era:

«CIDH ordenó al Estado peruano pagar la suma de $105 mil dólares americanos a favor de mujer que fue violada por policías».

¡Ah!, la cosa cambia totalmente.

Estos burros debían entender que la CIDH no está obligando al Estado peruano a pagar dicha suma por LO MAL QUE ELLA HIZO cuando formaba parte del MRTA, sino que era indemnizada por LO MAL QUE LE HICIERON cuando fue arrestada. Que son cosas distintas.

En efecto, y según se dice la reclusa, hoy indemnizada, cuando la arrestaron fue sometida a los caprichos sexuales de los oficiales que la custodiaban. No sólo eso, sino que además fue torturada. Cuando la llevaron ante el Juez penal, un tal César San Martín, quien hace poco sentenció al ex presidente Fujimori, le explicó lo sucedido; que habían sido víctima de estupro. Pero lejos de acoger la denuncia, el ex presidente de la Corte Suprema de Justicia la República, minimizó el hecho y la sentenció a 25 años de cárcel, y a una indemnización a favor de los deudos del terrorismo, ascendiente a 35 mil soles. Que, comparados con lo que ahora el Estado peruano debe pagar a la reclusa, es una cachetada y un golpe bajo a las víctimas del terrorismo.

Hay dos puntos centrales:

  1.-Si el Poder Judicial hubiese investigado, se hubiese preocupado por la grave acusación de la terrorista, hoy día no estuviéramos obligados a pagarle tal suma de dinero. Pero como a la que violaron y torturaron era una terrorista, qué rayos. Seguro pensaron eso los del Poder Judicial.

   2.-Que el hecho de que la mujer haya sido una terrorista, no nos da el derecho, a nadie, por muy autoridad que sea, de violar sexualmente a una mujer, y menos hacerla torturar. La mujer hizo mucho daño al Perú, cierto. Pero nos guste o no, nos duela o no, es una persona humana, y, como tal, se encuentra protegida por todos los derechos inherentes a su condición humana. Y eso nadie lo puede negar.

No hace falta ser abogado o una mente brillante para saberlo. Pero parece ser que los ‘intelectuales’ de los conductores no lo sabían, o, contaminados por la indignidad, se hacían los ignorantes. Lo que los convierte en unos atrevidos.

    

Lima, 13 de marzo de 2015

lunes, 9 de marzo de 2015

¡MAMITA RIIICA!






En el Perú se ha aprobado una nueva Ley, una ley que pretende sancionar a harto mañosón y mañosa que andan por la vía pública acosando sexualmente a los demás.


En unos de los periódicos ‘serios’ limeños, en su portada, sale una conocida modelo en ropa deliciosamente apretada, luciendo sus generosas curvas a vista y paciencia de los caballeros que andan en el transporte público.


La ley tiene la buena intención de frenar la violencia verbal, esos piropos majaderos llenos de contenido arrechón, que los hombres, en su mayoría, aúllan cuando ven pasar un par de buenas tetas y muslos apetecibles. Pero eso es trampa.


Pongamos las cosas en orden. Bien es cierto que ninguna mujer debe ser objeto de un acoso sexual por más ‘sexy’ que la dama sea. Pero en nuestro país, donde la cultura popular es la dominante, pedirle a un hombre acostumbrado a ver a la mujer como un pedazo de carne, es como pedirle a un fumador empedernido que deje de fumar de buenas a primeras. No lo va hacer. Así de simple.


De otro lado, hay que ser honestos con las provocaciones. Hoy en día hay mocosas de doce y trece años se visten con shortcitos jeans sugerentes. Ni hablar de las mujeres un poco más maduras; ellas son más atrevidas y se muestran por la vida casi como Dios las trajo al mundo. Se dan ese lujo, claro, porque vinieron a la tierra con un cuerpo agradecido; la misma ‘suerte’ no corren las mujeres que anda con varios tamales en su haber.


Soy un hombre educado, o eso creo, pese a ello, trato de doblegar mi voluntad cuando veo a una mujer con buenas piernas caminando por la calle con un cartel que dice: ¡MÍRAME! Aun así, me controlo, soy discreto, o eso pretendo. No sale de mí, al menos ahora no, cosas majaderas que pudieran hacer sentir mal a la modelo de turno. Pero no puedo decir lo mismo de mis congéneres. He sido testigo, casi a diario, de cómo los hombres devoran con la mirada a las mujeres que se les cruzan en su camino. Yo mismo me digo: ‘¡Qué tal degenerado!’ Pero al ver a la chica por la que babean, la cosa cambia. Y no es que justifique el actuar instintivo del hombre, pero tampoco hay derecho de andar que paños diminutos sin esperar provocar ese fulgor calenturiento que todo Adán lleva consigo. 


Es como mantener hambriento a tu cachorro por varios días y decirle que no se coma el jamón que dejaste suelto.


Claro, las damas dirán: “Por qué debo vestirme de otra manera que no sea tentadora para los hombres”. Y es cierto, por qué ellas deben pagar los platos rotos por unos aguantados que no saben comportarse. La respuesta me duele. Y es: porque estamos en el Perú.


No somos Inglaterra ni Holanda y menos Italia, donde los hombres tiene más educación, no cultura, pero sí mucha más educación. Sin ir muy lejos, tampoco somos Brasil, donde las playas nudistas abundan o, en el mejor de los casos, las mujeres pueden ir en toples a las playas sin ser asediadas por las miradas lascivas de los lugareños. De hecho, y se me va la vida en ello, de que si algún impertinente las mira acaloradamente o les suelta algún piropo malcriado, no es ningún brasileño. Lo más probable es que sea un peruano, mexicano o boliviano que anda de vacaciones por las playas cariocas, y las mira cómo se mira a un postre delicioso mientras un bulto no desconocido comienza a desadormecerse entre las piernas.

La solución es momentánea. Cualquier persona, mujer en su mayoría, estará respaldada por una Ley que pretende cuidarlas de los libertinos impertinentes. Pero esa no es la solución. Todo comienza por casa. Tanto la forma de vestir, como la forma de engalanar a una mujer, por muy sexy que sea.    


Lima, 09 de marzo de 2015.