miércoles, 25 de septiembre de 2013

CONFESIÓN # 231. ME GUSTA MI PRIMA


 

Una tarde de julio del 2002, en pleno lonchecito familiar, una de las tías comenzó a comparar las distintas bellezas que adornaban nuestro vasto linaje. Y qué opinas de ella; ah pero la otra no se queda atrás; pero mira qué tales ojos tiene ella; pero qué piernas tan bonitas tiene la otra; pero si tiene una cintura de avispa, regía la maldita; pero tiene unas caderas bien despachadas, etcétera. Ha decir verdad ignoro por completo cómo fue que llegamos al tema de las distintas hermosuras que mis primas ostentan; lo cierto es que tengo primas que tranquilamente pudieron haber hecho una vida en televisión ganándose el pan de cada día con comerciales donde lo que más se explotaría, además del producto, sería la belleza innegable de ellas. Todas podrían haberse codeado con las participantes a Miss Perú, pero no lo hicieron. A media que avanzaba la conversación y los panes con mantequilla y jamonada iban disminuyendo en la mesa, comenzó también la comparación entre las sobrinas, que son mis primas; las comparaciones son odiosas, pensé, pero eso no pensaban mis tías, quienes tenían un amplio repertorio, un abanico de comparaciones, pero algo andaba mal desde el inicio de la conversación, no lo quería decir en voz alta, quería ver hasta dónde llegaban sin mencionarla, pero nunca la mencionaron, es cuando entonces intervine de la forma más discreta que pude, pero no han mencionado a mi prima María José, musité como lo hace un niño al aceptar su travesura, todo se detuvo en ese momento, pude sentir el ruido que produce las alas de una mosca por el súbito silencio que se instauró en la mesa, hubo cruces de miradas maliciosas entre mis tías, yo seguí saboreando mi café con leche con tres de azúcar que me había servido desde hace rato y que ya estaba tibio y que me costaba tomarlo porque odio tomar un café tibio. Reinó un silencio sepulcral más que incomodo por varios segundos que me parecieron una eternidad, yo no despegaba mi vista del café, no me atrevía a mover un musculo, ni siquiera para darle una mordida a ese pan sólo con mantequilla porque nunca me ha gustada la mezcla ni el sabor del jamonada con la mantequilla, trataba de respirar lento, despacio, sentía como mi corazón golpeaba cada vez más fuerte mí pecho, podía sentir que mi sangre corría rápido por mis venas, sin darme cuenta sentí mis mejillas coloradas, ardientes, como si me hubiesen dado un par de buenas bofetadas, una traicionera gota de sudor comenzaba a formarse en mi frente, maldita gota, pensé, va descubrir mi incomodidad y nerviosismo, seguí pensando. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve diez y once, once eran las migajas de pan que adornaban alrededor de mi café, las conté de manera pausada, tranquila, en secreto. Luego de un sorbo grotesco de una de mis tías, todo volvió a su ritmo anterior, así que María José, dijo al fin una de las tías, sí, repuse, no lo han nombrado para nada, agregué, y por qué la mencionas con tanto afán, ¿afán?, me pregunté, ¿cuál afán?, sólo fue un comentario, una precisión, un ¡Ey, se les olvida una sobrina!, pero no había ningún afán de por medio, nunca lo hubo, pero no dije nada, no dije que era una precisión, no dije que era sólo un comentario, no dije que era un ¡Ey, se les olvida una sobrina!, ¿por qué no lo dije, qué de malo tenía incluirla, pues ella es tan guapa o más que las otras primas que gustosas pasaron por el visto exigente de mis tías, qué de malo tiene decirles que se olvidaron de María José? Pues a mí no me lo parece, a mí tampoco, ni a mí, concluyeron todas. Pero a mí sí, dije en tono marcial, qué tarado, cómo se te pudo escapar eso, pero a mí sí, qué idiota, qué estúpido, qué irresponsable, pensé. Con que a ti sí, uhmmm, ya veo, ¿por qué ah?, no respondí, y como si el café estuviera bueno para mí, de un sorbo largo me lo terminé para poder retirarme de la mesa, pero no pude, no podía, algo me decía que debía quedarme al final de la conversación, pero no quería, pero ese algo clavó mis piernas en el suelo y no pude pararme. No me digas que te gusta María José, escuché. Sí, me gusta, no es fea. Pero es tu prima, lo es, dije, pero eso no significa nada más, hay tías que son guapas, que me gustan, pero no significa que las pretenda, ¡¿Qué cosa, que las pretendas, que te gustan algunas tías?! ¿Eres imbécil?, ya cállate por favor, la estás embarrando peor, me seguí diciendo. Así, ¿qué tías?, no están acá. Así que te gusta tu prima, dijo un de ellas alzando una ceja y mostrando una mueca picara en su rostro. De razón te gusta estar por allá, atajó otra de ellas. No, me agrada estar con ellos, que es muy distinto. Cuando vi los ojos de mis tías lo supe inmediatamente, estaba perdido, estaba con la soga al cuello, nadie les quitaría esa idea de la mente, nadie las haría cambiar de parecer, ya no sólo me gustaba mi prima, sino me la quería afanar, me la quería ligar. Desde entonces algunas dan por hecho que María José me gusta, y que además, muero por ella. Pobres. Lo cierto es que María José es una prima muy guapa, pero lejos de mi estaba dar a entender que mi gusto iba más allá de lo que permite la naturaleza, los buenos modales y las buenas costumbres, sólo que se me hacía injusto no nombrarla siquiera dentro del comité de belleza que se había formado. No tardó en expandirse la noticia, y como suele pasar con toda noticia morbosa y que se pasa de boca en boca, mi intervención, esa tarde de julio de 2002, en pleno lonchecito familiar, fue exagerada al límite, comenzó a rumorearse de que mis salidas con mi prima María José tenían otro sentido, otro afán, uno más íntimo y de carácter reproductivo. Por supuesto que llegó a los oídos de María José, quien para mi sorpresa lo tomó de la manera más deportiva que alguien puede tomar una noticia así. Igual siempre van hablar, primo. No te preocupes, espetó. Nos matamos de risa a menudo pensando, craneando, inventando en lo que pensarán mis tías cuando nos vean juntos ya sea para un café, un almorzar o ir al cine, como hacíamos antes. En verdad eso es lo que me gusta de María José, que tiene un espíritu alpinchista, que todo le resbala, que nada le jode, y que ante toda la habladuría que se teje a sus espaldas y a las mías, ella siempre tendrá esa sonrisa que rompe hielos, aquella robaba los aplausos del público asistente cuando se enfrentaba a los salvajes cazadores gritándoles que no lo mate, que es bueno, que es su amigo. Esa es mi confesión.


El lonche -merienda-, el café, los panes, las tías, las primas, el nombre, las migajas de hogaza, las miradas, la jamonada, la mantequilla, la gota de sudor traicionera, y demás, es producto de mi imaginación, creación exclusiva de mis travesuras literarias; cualquier parecido con la realidad, por jodido que sea, es mera coincidencia.

 

Lima, 25 de setiembre de 2013.               

martes, 17 de septiembre de 2013

FE DE ERRATAS: JUAN PEDRO.


Juan Pedro, mi primo, estuvo por Lima; regresó luego de diecisiete años. Me invitó a diversos compromisos familiares, de todos me excusé. Él me dijo que había escuchado veinte versiones distintas del por qué no me frecuentaba –y no me frecuento- con cierto sector de su familia, que es la mía también, todos concluyen que exageras, precisó. Desconociendo, como es verdad, las versiones que le contaron a Juan Pedro, decidí darle la mía; lo hice, lo escribí, y lo publiqué. No a todos les gustó lo que puse; hay quienes se mataron de risa, hay a quienes les hizo sacar el matoncito que lleven dentro, a otros la picardía de publicar “indirectas” en la red social, y a otros el desconcierto. Pero lo cierto es que pocos encontraron el verdadero mensaje que llevaba (y que lleva) mi publicación. Y como ella ha dejado un mal sabor de boca y se han visto involucradas gentes que no debieron, y porque creen que he ofendido a algunos, y porque así me lo pidió ella, mi tía, que es mi madrina, y que vive a seis cuadras de la mía o que yo vivo seis de la suya, y porque así me comprometí, trataré en lo posible de esclarecer, de explicar a través del mismo medio y de la misma forma lo que quise decir con mi anterior publicación, esa que ha sucumbido de manera efervescente a mi familia, o al menos parte de ella.

Aquí vamos.

 

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Mi anterior publicación tiene varias aristas, que pocos han notado, y mil trescientas setenta y una palabras, de las cuales REFUGIADOS y CONFORT han sacado roncha y malestar.  Pero comencemos por el inicio:

PRIMERO: Para los que me conocen saben muy bien que me encanta la lectura, trato en lo posible de leer más y más; por mes trato de leer dos libros. ¿Por qué? Bueno, lo expliqué en una de mis anteriores publicaciones, RICARDO, en esa publicación señalo que gracias a la vida del circo, y gracias a las experiencias, personas, aventuras, anécdotas, malos tiempos, y vivencias personales, de lo que he escuchado, de lo que he sido testigo y de lo que ha llegado a mis oídos, siento la necesidad de escribir y contar de algunas cosas que marcaron, de una u otra forma, mi vida. Entonces, para poder perfeccionar la técnica narrativa, cual quiera que fuere, hago mis publicaciones a través del blog que he creado, del cual ahora están leyendo estás líneas. Pues como lo dije en dicha publicación, todos tenemos historias que contar, sólo falta contarlas.

SEGUNDO: Cuando publique JUAN PEDRO, dos eran, y son, mis intenciones: (i) La de causar chongo, comidilla, murmuración, chismorreo, cotilleo y pábulo entre quienes leyeran mi publicación, mas no así la de causar riñas ni resentimientos entre la familia, y menos, por supuesto, la de ofender y/o insultar a las personas que hago alusión, y menos aún la de involucrar a terceras personas que NO TIENEN NADA QUE VER CON MI PUBLICACIÓN. Pues que gracia tendría publicar algo que no tenga repercusión o retumbo entre los lectores; por ello, guiado por el ímpetu del escribidor que tengo, o que creo tener, jugué con varias palabras las cuales han sido severamente castigadas por el ojo ajeno, por aquellos que se sintieron aludidos. (ii) La de dar a conocer a mi primo Juan Pedro el verdadero motivo que me impedía formar parte de las rutas que él se había trazado por su visita a Lima; expliqué que él, Juan Pedro, vino a visitar a la familia y no a ganarse con el problema de la familia, por tanto, si yo tengo inconvenientes con algunos de sus primos, que son los míos, o con algunos de sus tíos, que también son los míos, Juan Pedro no tenía por qué pagar por ello, en tal razón decidí inteligentemente declinar todas y cada una de sus invitaciones a los lugares donde sabía que ellos, con los que tengo inconvenientes, estarían presente. Juan Pedro me dijo que tenía veinte historias o versiones de lo sucedido y que todos concluían que yo exageraba. Sin embargo, como yo no le di mi versión a Juan Pedro, procedí hacerlo de la forma que creí más conveniente: la de publicarlo.      

TERCERO: En el momento hice la publicación, sabía que mis tíos y primos, a los que me refiero en el blog, estarían reunidos en la casa de mi tía, mi madrina, hermana de mi mamá. Al tomar, todos, conocimiento del contenido de JUAN PEDRO, comenzó la tormenta. Mi primo, aquel que acuso de llorón en la publicación, me llamó desde su celular, y me propinó una cátedra de amentadas de madre, una mistura de recordatorios maternos que nadie, nunca, en serio o en broma, me había ilustrado. Entre las barbaridades que logré escuchar, me dijo que qué tan hijo de mil zorras podría ser para hablar de sus padres, para insultarlos de esa forma; además, me juró que si yo me cruzaba en su camino, no dudaría en sacarme la mierda. Supongo entonces que mi primo, el matón, piensa que soy manco. Empero, y no conforme los insultos de alto calibre disparados en mi contra, y contra el honor de mi progenitora, me mandó un mensaje al celular -el cual a decir verdad me costó mucho trabajo leer y comprender, ya que tiene serios HORRORES gramaticales. A Dios gracias no se envían a la cárcel a las personas que atentan contra la Real Academia, sino, ya estaría preso- reafirmando su decisión de hacerme añicos en cualquier momento. Luego de la llamada del iracundo orador de mi primo, mi tía, la hermana de mi mamá, madre de Juan Pedro, quien vive en EE.UU., llamó a mi madre diciéndole entre sollozos y quejidos que cómo era posible que insultara de esa forma a sus tíos, los ha tildado de muertos de hambre, pordioseros, mendigos y arrimados. Mi madre desconcertada porque aún no había leído mi publicación, le pidió a mi tía que le diera unos minutos para poder leer la publicación y confrontar opiniones, pero que desde ya desechaba la idea de que su hijo, o sea yo, hubiese insultado a sus hermanos, mis tíos.

CUARTO: Dos días después de la publicación, esto es el viernes trece pasado, yendo al banco me encontré con mi tía, hermana de mi mamá, quien es mi madrina de bautizo y que vive a seis cuadras de la mía o que yo vivo a seis de la suya. Ella venía hacia mí y yo hacia ella, al saludarla, estirando la mejilla para darle el beso, ella me puso el dedo en el pecho, y con voz firme, dura, y notoriamente molesta, me increpó diciéndome qué tienes tú en contra de mi hijo, qué te ha hecho que mal te ha pagado. Traté de no responderle alegando que lo que tenía con su hijo, con quien quemé pestañas seis años en la Universidad, era algo entre él y yo, pero eso no le importó a mi tía, y me volvió a preguntar, quitándose las gafas de sol, qué tenía en contra de su hijo. Se lo dije, se lo detallé y expliqué. Luego me preguntó qué tenía en contra de ella y en contra de mis tíos, que qué me habían hecho para yo insultarlos de esa forma. Nuevamente advertí que salió la palabra INSULTO. Le expliqué a mi tía que nunca tuve la intención de ofender a nadie, que lo que escribí fue una forma de dar a conocer mi punto de vista, lo que yo pensaba al respecto. Me dijo que mi tío, su esposo, se había ofendido también. Le expliqué que en mi publicación hacía referencia a la palabra TÍOS por no querer individualizar o personificar a cada uno de los sujetos a quien yo aludía. Y en serio digo, como se lo hice saber a mi tía ese día viernes en frente del Hospital Santa Rosa, nosocomio donde nací, QUE JAMÁS TUVE INTENCIÓN DE OFENDER A NADIE, NI A ELLA Y MENOS A MI TÍO, SU ESPOSO, A QUIEN LE DEBO TANTO POR TODO LO QUE HIZO POR MÍ. PUES ÉL, MI TÍO, NO SÓLO ME BRINDÓ LAS COMODIDADES DE SU CASA, SINO TAMBIÉN SU APOYO ACADÉMICO CUANDO MÁS LO NECESITÉ, Y ESO LO TENGO GRABADO EN MI CORAZÓN, JAMÁS LE FALTARÍA EL RESPETO A NINGUNO DE MIS TÍOS Y MENOS A ÉL, QUIEN A DIFERENCIA DE MIS TÍOS SANGUÍNEOS, SE HA GANADO MI RESPETO Y ADMIRACIÓN A BASE ESFUERZO, le dije a mi tía. Y que si era necesario ir a su casa y hablar con él y pedirle las disculpas del caso si en verdad se sintió aludido, lo haría; pues una de las cosas que me enseñó mi padre es ser responsable de mis actos ante aquellas personas que se vean afectas por mi acciones u omisiones. Asimismo le indiqué a mi tía, mi madrina, que por lo visto nadie había entendido el mensaje que lleva la publicación, la cual forma parte de esta FE DE ERRATAS. De otro lado, y con el ánimo de mi tía ya más tranquilo, me pidió que precisara a qué tíos me refería y qué quise decir con REFUGIADOS Y CONFORT. Así será, le dije. Palabras más, palabras menos, nos despedimos.

QUINTO: Por la noche, ese mismo viernes, tuve una reunión con ella, mi tía, hermana de mi mamá y de mi madrina, quien cuidó de los cuatro últimos hijos de la familia, de mí en 1994, y de varios de mis primos. Ahora trabaja en una Iglesia en el área de Asistencia Social, y que siempre, siempre, me regala libros. A las seis en punto de la tarde quedamos en vernos en frente de la apoteósica construcción eclesiástica que se alza en la Av. Grau, en Magdalena del Mar. El frío apretaba a esa hora, así que decimos tomar un café por allí cerca. Luego de instalados en esas incomodas sillas de fierro, con los cafés humeantes en la mesa y las dos órdenes de mixtos (sándwich con jamón y queso ligeramente tostado a fuego lento) por servir, comencé a explicarle el porqué de mi publicación. Ella me escuchaba atentamente, de vez en cuando interrumpía para hacer una pregunta ocasional o precisar algún punto. A diferencia de su hermana, mi tía, que es mi madrina, ella estaba más resuelta, más serena, como si en verdad le importara lo que le estaba detallando. Lo que no me agrada es que ellos (mis primos) se estén expresando así de ti, eso ya es una falta de respeto, qué es eso de amentarte la madre, que es mi hermana, está loco, qué tiene, qué es eso de llamarte fracaso, seudo profesional, y eso de querer pegarte, está mal, muy mal, me dijo. Al igual que a su hermana, mi madrina, le pedí disculpas si ella sintió que ofendí a sus hermanos, lo cual no había sido mi intención, que lo que puse fue un juego de palabras que se han malinterpretado, y que si los ofendidos, que son sus hermanos, es decir mis tíos, querían reunirse para explicarles el porqué de las frases, lo haría. Para mi sorpresa, a diferencia de muchos que han leído mi publicación, mi tía, la mayor de las hermanas de la familia, quien cuidó de los cuatro últimos hijos de la familia, entendió cuál es el mensaje que llevaba mi publicación, Lo comprendo y entiendo el sentir de ella, fueron sus palabras. Sin darnos cuenta pasó una hora y cuarenta y cinco minutos, llegó la cuenta, me regaló un libro de Paulo Coelho -El manuscrito encontrado en Accra-, le agradecí el gesto, y cada quien agarró rumbos distintos.

SEXTO: Tras la publicación de JUAN PEDRO, todo fue alboroto: tíos y tías ofendidos, primos insultando a mi madre y denigrando mi profesión al grado de mediocridad, sin contar, por supuesto, de las hilarantes publicaciones que mis primos han hecho en sus respetivas cuentas, lo cual, para ser honesto, no me han ofendido, pero las cuales tendrán respuesta, no por esta publicación, sino por otra; pues la esencia de la presente es explicar a quiénes me refería y qué quise decir con mi publicación, mas no así responder a las sandeces de mis primos, de los cuales esperaba algo más de creatividad que sólo insultos de barrio. Sin embargo, alguien que ha salido a relucir en el tema, sin quererlo ni proponerlo, es él, mi tío, que es mi padrino, y que todos lo conocen como El Gringo. Todo ha caído sobre sus hombros, y me apena. Cierto es que lo mencioné en JUAN PEDRO, pero como referencia, mas no para que sea el pañuelo de muchos. No fue mi intención involucrar a mi tío en todo este embrollo, y si esto lo ha incomodado, fastidiado y cabreado, tío, LO SIENTO MUCHO. Usted sabe lo mucho que lo quiero y lo mucho que lo respeto, y además, lo mucho que le debo, pues sin usted, yo no estaría acá, en Lima; sin usted lo más probable es que hubiese seguido en el circo -cosa que no tiene nada de malo, pero que no era ciento por ciento lo mío-. Por eso, al igual que a mis tíos, con los que he podido hablar, MIL DISCULPAS por todo el embrollo en que se ha visto envuelto. Y cuando usted así lo decrete, estaré en su frente dando las explicaciones que usted crea necesarias. Pues donde manda Capitán, este grumete inspirante a escritor, no tiene nada que chistar.

SÉTIMO: El día que publiqué JUAN PEDRO, él, mi primo Juan Pedro, me señaló que estaba exagerando, que no todos estaban en la obligación de ir al babyshower, o ir a la clínica, o visitarme o ponerme buena cara, pues yo no era, ni soy, príncipe de ningún principado como para que todos vayan a mis reuniones, o me rindan pleitesías. Qué pena, no entendió el mensaje. Como dije al inicio de la presente, la publicación JUAN PEDRO tiene y mil trescientas setenta y una palabras, de las cuales REFUGIADOS y CONFORT han sido las resaltantes. En mi publicación señalo que sí estoy molesto, que sí estoy indignado y que sí debieron pronunciarse por el nacimiento de mi hijo no por mí, sino por mi madre. Pues ella, la hermana menor de todos, fue quien me llamó luego de terminado el babyshower y me preguntó quiénes de sus hermanos habían ido, Igual me voy a enterar, así que dime quiénes fueron, rezó mi madre. Cuando le respondí se le quebró la voz, y fue cuando me dijo: No estando yo a tu lado esperaba que mis hermanos, quienes están a minutos de ti, pudieran brindarte el cariño y el amor que yo quisiera. De ellos- mis primos- no me interesan, pues son unos mocosos y no tengo porque discutir sobre niños que aún tiene la leche en la boca, pero ellos –mis tíos-, a quienes apoyé en varias ocasiones, no esperaba tal actitud. Cuando llegó el 27 de diciembre de 2012, la misma pregunta salió de los labios de mi madre, la respuesta fue la misma. El escuchar a mi madre sollozar, herida por la actitud de varios de sus hermanos, es lo que A MI ME DOLIÓ como hijo. En lo personal lo digo y lo sostengo, que algunos de mis tíos, hermanos de mí mamá, y algunos de mis primos, sobrinos de mi mamá, no hayan ido ni al babyshower o al nacimiento de mi hijo NO ME INTERESA (salvo de uno de mis primos), LO QUE ME DUELE FUE ESCUCHAR A MI MADRE DOBLARSE POR CULPA DE TERCEROS, POR CULPA DE QUIENES ESPERABA QUE ACTUARAN COMO SEGURAMENTE ELLA, MI MADRE, ACTUARÍA SI UNO DE SUS SOBRINOS ESTUVIESE EN EE.UU., POR ESO, POR EL GOLPE QUE MI MADRE RECIBIÓ POR PARTE DE ALGUNO DE SUS HERMANOS, ES QUE YO DECIDÍ NO FRECUENTAR A MIS TÍOS. SIN EMBARGO, Y AHORA QUE LO PIENSO MEJOR, NO ES CULPA DE TERCEROS, ES CULPA DE MI MADRE POR SIEMPRE TENER ESE CORAZÓN DE POLLO QUE EN MÁS DE UNA VEZ LE HA JUGADO MALAS PASADAS, ELLA ES LA CULPABLE POR ESPERAR ALGO, AUNQUE SEA GRATITUD, DE QUIENES NO LA TIENEN Y RÁPIDO OLVIDAN LO QUE EN SU MOMENTO ELLA, MI MADRE, HIZO POR ELLOS.

OCTAVO: Pese la decisión que tomé de no frecuentar a cierta parte de la familia, aquella que hizo doler a mi madre, fui al cumpleaños de uno de mis sobrinos, aquel que cumplió cuatro años. Al llegar a la fiesta nos esperaba el mundo de Nunca jamás, globos, dulces, música infantil, piratas, indios, Wendy y el mismo Peter Pan en persona (reencarnado en el sobrino festejado) nos esperan con los brazos abiertos. Luego de varios minutos llegaron ellos, mis tíos, aquellos que hoy se han sentido ofendidos por mi publicación y quienes en el año del 2001 me ofrecieron su casa, aquella ubicada en el Pasaje Los Andes, en Pueblo Libre. Tras miradas cruzadas con gestos gélidos, mi esposa, con mi hijo en brazos, y yo nos acercamos a saludarlos, mi tía al vernos aproximar nos escaneó de arriba abajo, y con semblante distante nos saludó, mi tío, esposo de mi tía, hizo lo propio dejándome estirada la mano hasta que le dije en voz alta Hola tío. Ah, sobrino, respondió. Acto seguido nos doblaron la cara, lo hicieron delante de los invitados al cumpleaños; yo, avergonzado por la actitud de mis tíos, tomé del brazo a mi esposa, permiso, me excusé, le di media vuelta, y nos dirigimos hacia los inflables donde jugaban los demás niños. Un ardor súbito se apoderó de mis mejillas, y un huracán se movía en mi estómago; desde ese momento me dije que no volvería pasar por alto una majadería como esas, como aquella obsequiada por mis tíos, por ello le dije a Juan Pedro que pese al cariño que le tengo no volvería, no permitiría que sus tíos, aquellos que viven en Chilca, me lanzaran ésa mirada de desprecio, llena de resentimientos, llena de reproches, como si yo estuviese en falta con ellos; y que si aguanté ésa mirada fue por el cumpleaños de nuestro sobrino, y no quería hacer una escena en un día tan especial, pero que de ninguna manera volvería pasar por alto semejante majadería, y que los pondría en su lugar, estén donde estén. Ahora bien, el hecho de que yo ponga en su lugar a mis tíos no significa, DE NINGÚN MODO, que les voy a insultar o increpar de mala gana su actuar, no. Pero que sí les preguntaría qué les he hecho, qué les he dicho para que me miren de ésa forma.

NOVENO: En la introducción de la presente dije que sólo dos de las más de mil palabras que tiene JUAN PEDRO sacó roncha. Estando claro que el mensaje principal de JUAN PEDRO era a dar a conocer porqué decliné todas las invitaciones que me hizo en su corta estancia en tierra Inca, las próximas líneas serán para explicar el porqué de REFUGIADOS y CONFORT. Al inicio también señalé que una de mis pasiones es la lectura y la escritura; al usar esas palabras las hice sin la intención de herir o insultar a mis tíos. Cierto es que son palabras fuertes, pero de ninguna manera ellas vienen disfrazadas de insulto y menosprecio, menos aún el de tildarlos de mendigos o pordioseros o de arrimados, jamás. Si mis tíos han sentido que los he golpeado con mis palabras, les ofrezco mis más sinceras disculpas, pues no he querido ofenderlos de modo y forma alguna. Quiero decirles que lo que puse fue en parte culpa de mi pasión por escribir, jugué con palabras y decidí utilizar esas que los ha ofendido. Asimismo, es oportuno precisar que nadie, NADIE, NADIE, me ha susurrado esas palabras, y que de ningún lado las escuché, como así se pretende hacer creer o presumir. Eso mismo le dije a mi madre, a mi madrina y a mi tía, la que trabaja en la Iglesia de Magdalena del Mar. Como les digo, lamento que se hayan ofendido, lamento que se hayan sentido insultados, pero esa no fue la intención. Lo que hice fue una travesura literaria, guiada por el ímpetu escribano que siento tener, que creo tener. Y si es necesario pedir las disculpas del caso, en persona, así será.

DÉCIMO: Lamento en verdad que se haya generado tal huracán a raíz de mi publicación JUAN PEDRO, lamento sobretodo que se quieran meter a la fuerza a terceras personas que no tienen nada que ver ni con la forma ni con el fondo de mi publicación. Pues lo que publiqué es mío, soy el único autor de todo lo que en él se dice, y soy yo el responsable de cada una de las palabras mal interpretadas. Y si alguien tiene algo que reclamarme, que lo hagan conmigo y no hacia terceras personas, y menos llamando a ella, mi madre, pues créanme cuando les digo que ella no vendrá a darme de nalgadas por lo que yo publique, diga o deje de hacer. De otro lado, es oportuno precisar que esta es la última vez que habló del tema, QUE ES LA ÚLTIMA VEZ QUE EXPLICO QUÉ QUISE DECIR, A QUIÉNES ME REFIERO, QUÉ SE ENTENDIÓ Y POR QUÉ LO ESCRIBÍ. Como lo dije al inicio, tengo la necesidad de escribir de las distintas cosas que viví a lo largo de mi vida, tengo ganas de escribir sobre aquellas personas que marcaron de una u otra forma mi vida, contar las historias de personas que considero dignas de contar, así como publicar anécdotas propias o ajenas, travesuras y aventuras y pecadillos que sazonan mi vida, para ello usaré todo el arsenal que la literatura me permita usar. Y por ello, por esa razón, NO ESTARÉ A CADA RATO EXPLICANDO EL PORQUÉ DE MIS PUBLICACIONES, PUES HACERLO, ADEMÁS DE DESGASTANTE, ES COMO REFLEXIONAR SOBRE UN CHISTE COLORADO, DE AQUELLOS QUE NOS HACEN LAGRIMEAR DE ALEGRÍA, PIERDE SU GRACIA. Sin embargo, si hay personas que en el futuro se sientan agredidas, ofendidas, señaladas, maltratadas, involucradas, melladas, denigradas, insultadas, que sientan que he atropellado, mancillado su honor y buena reputación, de manera directa o indirecta, o se vean reflejadas en mis publicaciones, y las disculpas del caso no fuesen suficientes para reivindicar tan amargo desdén, tranquilamente pueden usar las vías legales que consideren pertinente. De mi parte es todo lo que tengo que decir respecto de mi publicación JUAN PEDRO. Eso sí, un favor, cuando lean, lean sin el hígado en la mano, pues no soy ni seré responsable del cómo cada persona lee e interprete lo que escribo. Por último, y con esto me despido, si no le gusta lo que escribo, sencillo, NO ME LEAN.

 

                     Lima, 17 de setiembre de 2013.                                           

miércoles, 11 de septiembre de 2013

JUAN PEDRO




 
 
Mi primo Juan Pedro llegó desde EEUU. Diez años que no lo veía, diez años que no lo abrazaba. Nuestra comunicación se limitó, se limita, al Facebook. Diez años han pasado, ahora los dos estamos casados, él antes; ahora los dos somos padres, él antes.  Nos vimos un jueves, un solo día  de los siete días que estuvo por Lima. Qué pena. Me hubiese gustado mucho que viniera en un mejor momento, donde la relación con los demás primos estuviese más sólida, mejor. Pero no fue así, y él no tiene la culpa de nada. Cenamos en una pollería de la Av. El Ejercito, en el distrito de San Isidro, con otros tantos primos más, mi esposa y mi hijo; la pasamos bien y de muestra hay dos fotos. Me dijo para ir al partido de Perú-Uruguay, pero para sufrir, prefiero sufrir en la comodidad de mi casa. Me dijo para ir a Mistura, no fui. No por hacerle el feo a mi primo, no, sino por las personas que lo acompañarían, sus otros dos primos, que también son mis primos y que en su momento fueron como hermanos para mí, lo que me demuestra que sólo los que salen del mismo claustro materno lo son, y no así los primos, por muy primos hermanos que sean. Me dijo para ir a tomar un lonche en la casa de nuestra tía, la que vive en Pueblo Libre, a seis cuadras de mi casa, madre de uno de mis primos, al que consideré más que a todos por compartir con él más de seis años las clases de leyes en la facultad, y el que peor me pagó. No fui tampoco. No por flojera, sino por las personas que estarían en la reunión, es decir, sus tíos, que también son mis tíos, hermanos de mi mamá, y que en su momento fueron grandes tíos conmigo. Tampoco pude ir porque no fui invitado por la dueña de casa, no puedo asistir a un lugar donde no soy invitado, por más que el festejado, que fue mi primo Juan Pedro, me haya dicho para ir. No fui a ninguno de los lugares donde fue mi primo, y donde él me dijo para ir. Juan Pedro vino de visita, a visitar a la familia, y no a ganarse los problema de la familia, ¿qué culpa tiene él de que mis tíos, a quienes les cursé invitación para el babyshower de mi hijo, no hayan asistido, ni siquiera excusarse, y tampoco llamarme por teléfono o mandar un mensaje felicitándome por el nacimiento de mi bebé? ¿Qué culpa tiene Juan Pedro de que los dos primos que consideré como hermanos no hayan siquiera tratado de saludarme e igualmente felicitarme por el nacimiento de mi hijo? ¿Qué culpa tiene Juan Pedro si uno de sus primos, que es mi primo también, fue a llorar a las faldas de su madre, mi tía, cuándo todos le prestamos una broma en la boda de nuestra prima Paola, y el llorón, pensando que fui yo el artífice de la burla, me acusara con sus padres, quienes también invitados al babyshower, tampoco asistieron? ¿Qué culpa tiene Juan Pedro de que su primo, que también es mi primo, y con quien quemé pestañas y horas de estudios en la facultad de leyes, no haya ido al babyshower ni mandarme un inbox felicitándome por el nacimiento de mi bebé, cuando él vive a seis cuadras de mi casa y dos meses antes del nacimiento de mi hijo estuvo sentado en el sofá de mi casa donde se comprometió en asistir al evento, y no fue? Han pasado ocho meses desde que nació mi hijo y ninguno de ellos se acercó a brindarles el calor de familia. ¿Molesto? Sí. ¿Indignado? También. Quizá lo estoy porque esperaba mucho de esos tíos y de esos primos; lo que me demuestra que esperar duele. Tal vez, pensaba, o quizá siga pensando, que debieron pronunciarse, no por mi o por el nacimiento de mi hijo, sino por mi madre, hermana de mis tíos, tía de mis primos, a quienes en más de una ocasión ayudó en todos los sentidos posibles, siendo el económico el más recurrente. Mi madre, tía materna de Juan Pedro, sí esperaba que ellos asistieran al babyshower de mi hijo o al nacimiento de mi bebé, o que por lo menos hicieran llegar sus bendiciones, tal vez pensó que se portarían como lo hizo ella, su otra hermana, tía mía y que también es tía de Juan Pedro, y que vive en Italia, quien no se movió de la clínica hasta ver nacido a su sobrino nieto, mi hijo,  y que ahora le resta días al calendario para verse con su hijo, mi primo, quien también es primo hermano de Juan Pedro y de los otros dos primos que consideré, pero que a diferencia de ellos, él si fue al babyshower, a la casa a conocer a mi hijo y que cada vez que puede demuestra el amor que le tiene. Mi madre es la más ofendida con la actitud de sus hermanos, mis tíos y tíos de Juan Pedro, que son también tíos abuelos de mi bebé, pues como ella dice, no estando yo a tu lado (diez años sin vernos) esperaba que mis hermanos, quienes están a minutos de ti, pudieran brindarte el cariño y el amor que yo quisiera. De ellos- mis primos- no me interesan, pues son unos mocosos y no tengo porque discutir sobre niños que aún tiene la leche en la boca, pero ellos –mis tíos-, a quienes apoyé en varias ocasiones, no esperaba tal actitud. Escuchar a mi madre decir eso con la voz quebrada, sollozada, y lo más probable, con lágrimas marcando su rostro, es lo que quizá más me molestó, y me molesta. Esperaba encontrar mayor respaldo en Juan Pedro respecto a mi decisión de no frecuentar con esa parte de la familia, pero no fue así, él aun considera que exagero, que ha escuchado otras veinte historias y que todos- no sé a quién le dice “todos”- concluyen que exagero, y me vuelve a invitar a un lonchecito de despedida en la casa de su tía que también es mi tía, que vive a seis cuadras de mi casa, donde se llevó acabo el primer lonche al que tampoco fui; me dice que vaya y que me deje de huevadas y que vaya con mi esposa y mi hijo y que reinemos como la familia que somos. Supongo que quizá la euforia, la alegría y la pasión que nace en uno luego de regresar, tras diecisiete años de ausencia, a la tierra que te vio nacer, reencontrarte con tus tíos, primos, amigos, calles, comidas, carros, clima, etcétera, lo hacen olvidar, al menos por un rato, de que él, Juan Pedro, al igual que yo, es padre, y que como tal no pasaría por alto el actuar de sus tíos, que son los míos también, de sus primos, que también son los míos. Tal vez.  Aun así, me dio mucho gusto verlo después de tantos años, espero que su estancia haya sido de lo más confortable, pero que pese al cariño y respeto que le tengo, pese a las fuertes bromas que nos prestamos en las redes sociales, no volvería, no permitiría que sus tíos, aquellos que viven en Chilca -refugiados bajo el confort que les brinda mí tío, el Gringo, quien es mi padrino, y que también es tío de Juan Pedro, pero que es un amor de persona- que son los míos, me lanzaran ésa mirada de desprecio, llena de resentimientos, llena de reproches, como si yo estuviese en falta con ellos; pues si aguanté ésa mirada fue por el cumpleaños de nuestro sobrino, y no quería hacer una escena en un día tan especial, pero que de ninguna manera volvería pasar por alto semejante majadería, y que los pondría en su lugar, estén donde estén. Espero querido Juan Pedro, que tengas un feliz retorno, que pronto podamos volvernos a ver y poder compartir más; y por supuesto, recordar aquellos ayeres que marcaron nuestra niñez, juventud, y parte de nuestra adultez. Con el mismo cariño de siempre, tu primo.               
 
Lima, 11 de setiembre de 2013.      
 
    

 

martes, 10 de septiembre de 2013

NO SOY JIPÓN, SOY CIRCENSE, Y NO ME CONFUNDAS







De todos los espectáculos, el circo es indudablemente el más completo, verdadero placer para los ojos y un gran horizonte abierto a la imaginación. En el circo siempre se asiste a la realización de proezas extraordinarias, inconcebibles; todos sus personajes son seres prestigiosos dotados de facultades tan por encima del tipo medio humano, que nos dan la impresión de lo sobrenatural de algo que está fuera de las leyes de la gravedad y de la inercia.

Fernando Leal.



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-          Y ojo que le dije que puede ser circense, lo lleva en las venas- presumió el padre con gran alegría, tomó un sorbo de café, se metió varios granos de granola a la boca y agregó- quizá sea trapecista, como su abuelo.

La mesa servida, los cafés humeantes, el pan en el centro, y los huevos revueltos con salchicha guachana (o huachana, da igual) perfumaban la fría tarde de Pueblo Libre. El motivo de la reunión: la tan esperada visita de la tía peruana que habla como porteña que no es argentina pero como si lo fuera porque así habla, viste.

-          Ay, no. ¡Qué horror! Viste que los cirqueros son jipones- dijo la tía que habla con dejo porteño que no es gaucha pero como si lo fuera, entendéss. El bebé en sus brazos se meneaba como mono danzarín, de un lado al otro movía su cabecita pequeña y rubia.

-          ¿Gitanos?- peguntó sorprendido el padre.

-          No. Jipones. Vos sabés, de essos que andan de aquí para asshá- precisó la cuñada dibujándose en su rostro una expresión de desencanto, de malestar, de incomodidad.

-          No. Esos son nómadas, cuñis, no jipones- aclaró el padre, con desdén, con sentimiento herido. No lo dijo, no fue necesario, pero algo revoloteaba en su estómago ¿enfado? ¿irá? ¿decepción de quién consideraba una persona con alto sentido intelectual y cultural? Lo cierto que no era la primera vez que mezclaban a los circenses, mal llamados “cirqueros”, con los jipis, yupis y gitanos.  

-          Buehh, es lo mismo…- dijo la tía del bebé, alzando esas delgadas cejas negras de prolija dedicación matutina.

-          No lo es - concluyó el padre herido.

La hermana de la peruana que no es gaucha pero que habla como porteña pero que no es argentina, esposa del padre, quien conoce como nadie a su amado, advirtió en sus ojos un fulgor ya antes visto, de aquellos que ella sabe cuándo algo ha incomodado a su pareja de alcoba. Sabia, como hermosa que es, lanzó una pregunta ocasional, de esas que no tienen sentido ni razón de ser con la materia, cosa, asunto o interés que se discute.

El café se consumía con la misma rapidez con la que se iban de un tema a otro. Y buehhno, todos bien, visste. Las nenas grandes, hacen y deshacen con el padre, No pudieron venir, vine ssho sola. La cuñada trató de cambiar el tema. No sirvió.

¿Qué, así nomás se queda esto? No vamos a discutir. Me tengo que defender. No, no, no y no, no es lo mismo un circense que un jipi, yupi o gitano, dónde se ha  visto tamaño insulto. No lo permitiré, estoy en mi casa y nadie, nadie me falta así el respeto.

            -Che, cuñis, ¿cómo dices qué te va el laburo?- inquirió la recién llegada.

Bien, está es la oportunidad. Saca que ese florido verbo propio de los jurisconsultos y de manera inteligente y audaz, ponla en su lugar. ¿Qué se ha creído pues, igualarnos a los jipis, fumones buenos para nada? ¿Y así nomás dejarás las cosas? Ni hablar. Vamos, anda, reivindica y deja en alto el arte circense.

            -Bien. Cuñis. Felizmente hay personas que les gusta meterse en problemas todos los días. No conocen sus derechos porque creen que El Derecho es único y exclusivo de los abogados, pero gracias a tal ignorancia, tengo trabajo. Y respecto a lo de….

            -Miráaa... Qué bien cuñis. Mamá, me alcansáss la leche para mi café, lo tomo cortado- interrumpió la cuñada, quien de vez en vez miraba de reojo, lejanamente y hasta con cierto celo, ese celular que no dejó de vibrar y mandar atenciones de que alguien, muy posiblemente su esposo, le mandaba mensajes por el whatsapp.

Con el café cortado por la leche suministrada por la madre, con los panes con huevos revueltos con salchicha guachana (o huachana, da igual) reducidos ya por la mitad, y con el bebé jadeando, riendo, muequeando, berreando, gritando, babeando y gruñendo, se pasaron las horas, y el tema que no fue el principal pero como si lo fuera porque a él le dolió en el alma la mala comparación hecha por su che cuñada; el letrado no pudo defender su posición, de que los circenses no son jipes, ni yupis y menos gitanos. Listo ssha esstá. Entonces nos vemos el sábado por la noche cuando regresen del cumpleaños del sobrino, ehh. Gracia por todo. Se despidió la cuñada haciendo gala, sin egocentrismos propios de los gauchos, de ese lunfardo endosado gratuitamente por los años que ha vivido- y sigue viviendo- en Buenos Aires, y de él, de su padre que, como Jordan Casasola, esposo de la che cuñis, es bonaerense. 



Joder. ¡Que me parta un rayo! No pude precisar la diferencia. No importa, la veré el sábado luego del cumpleaños de mi sobrino y allí presumiré las ventajas de un circense y las diferencias, que lejanas como están las montañas de los Andes, son hasta ofensivas para aquellos que dedican su vida al arte y al entretenimiento que se muestra con gallardía debajo de una carpa recibiendo como recompensa el fuerte sonido que las palmas de las manos puedan dar a conocer ante la valentina del arriesgado trapecista, o el ingenio del mago para aparecer o desaparecer un conejo de su sombrero o partir en dos a su bella edecán, o del coraje y heroísmo del domador enfrentándose a fieras de enormes colmillos y filudas garras, de la destreza y rapidez del malabarista para sorprender con su agilidad al parecer que tiene cuatro brazos en vez de dos y dominar tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once y hasta doce pelotitas al mismo tiempo, o de la finura y elasticidad de la contorsionista al doblarse como una hoja de papel y poner su cabeza debajo de sus piernas pero quebrando su espalda hacia atrás ante la presencia del público asistente quien ve atónito como con sus dientes recogen una rosa roja del suelo, o aquel sujeto vestido de colores chillones con el rostro cubierto de pintura cuyo único deber es hacer reír a los demás, haciéndolos olvidar, al menos por un rato, que la calle es dura, que la hipoteca gana, que el banco gana, que el pan sube, el sueldo no alcanza, que todo mundo mata, que todo mundo pierde a alguien, que alguien gana enfermedades, que los ricos son más ricos, que el pobre es más pobre, sin pensar si quiera si ese payasito de nariz roja tiene penas en el corazón, como todos; eso y más ofrece el mundo del circo, por el precio de un boleto.

   





De cierto modo resulta difícil para las personas ajenas a la vida del circo comprender lo qué es El Circo y lo qué es ser Circense. No era la primera vez que el orgulloso padre sentía ese volcán en su estómago, no era la primera vez que oía decir que ser de circo es ser jipi, yupi o gitano. La mayoría de la gente piensa que por vivir en carromatos, vivir donde vaya el circo y salir a la pista a trabajar, es vivir bajo las reglas mundanas de gentes sin educación, sin principios morales, sin valores, donde todo es promiscuidad y salvajismo. No. No lo es.

Quienes dedican su vida al circo son personas comunes y corrientes, cuyas virtudes y talentos son ligeramente distintos a la de los demás. Tiene sus riesgos y sus desventajas, cierto, pero no más de lo que lo puede tener la vida en los suburbios. Quizá si la comparación hecha por la cuñada del jurista hubiese sido acompañada con una mueca de ignorancia, de incertidumbre, de Dime si me equivoco, pero no es lo mismo Jipi que Cirquero, la comparación no hubiese sido tan jodida ni tomada a mal. Pero no lo fue. La comparación, la mala comparación fue acompañada con un gesto de hastío, de fastidio, de apatía. Pero… ¿qué culpa tiene la che cuñis que es peruana pero que habla como argentina sin ser porteña? Lo más seguro es que repitió lo que ha escuchado a lo largo de los años, donde todo mundo endosa las malas cosas a los circenses: Los congresistas creen que esto es un circo. Deja de joder, ¿qué crees, qué soy payaso? Deja de hacer payasas y ponte a trabajar, todas esas expresiones con connotaciones ofensivas.

En ese sentido, y como bien dijo Glenda Meda Lora, y que al afanado padre lo hubiese gustado decir a su che cuñis, es: «El circo es una expresión de arte, es cultura, es ingenio creativo, es la alegría que contagia sonrisas, es gente guerrera manteniendo una tradición, es el maravilloso mundo que sólo quien lo ha vivido desde adentro puede amarlo, sufrirlo, gozarlo y comprenderlo porque él te enamora. Porque, cómo diríamos la gente de circo "quien se ha terminado una suela de zapatos en el circo, jamás podrá dejarlo"».


Lima, 10 de setiembre de 2013.