miércoles, 30 de enero de 2013

Carta a una amiga

Carta a una amiga.
 
PARTE I
 
Hola amiguita, espero que al leer estas líneas te encuentres gozando de esplendida salud por allá, por la lejana y gélida Estonia. Ha pasado mucho tiempo desde nuestra última comunicación y te pido disculpas al respecto, debí estar más en contacto contigo, escribirte un poco más, pero por absurdo que parezca, he estado muy ocupado. Sí, sé que con tanta tecnología que hay hoy en día es casi tonto decir que no hay “tiempo” para poder comunicarse con los demás, pero sabes muy bien, amiga, que no soy de ésta generación que maneja las redes sociales ni los celulares de última moda; no es lo mío. Espero entonces que desde ya me disculpes por la falta de comunicación.
 
Tengo mucho que contarte desde que nos vimos por última vez, hace ya quince largos años, me han pasado una seria de cosas, unas buenas y otras malas ¿Qué se le puede hacer? Te comento que terminé mi carrera de profesor, si, ahora enseño matemática en un colegio privada ubicado en una buena zona limeña; la paga no está mal, me permite darme ciertos lujos y una que otra banalidad. No fue fácil conseguir el puesto, no señor. Antes de conseguirlo, estuve trabajando como mozo en una prestigiosa cafetería de Miraflores, una que lleva años frente al parque Kennedy, una donde la “sociedad limeña” se reúne para tomar un desayunito, un almuercito y un lonchecito. No me fue nada mal, la paga era buena y las propinas eran, en el mejor de los casos, en dólares. Sin embargo no era lo mío. Sabía que esto sería pasajero, según yo, y mi inocencia, no pasaría más de tres meses antes de conseguir mí puesto de profesor. Sí claro, pero uno hace los planes y el Todo Poderoso se encarga de ponerte en tú lugar  y, de cierta forma, te hace ver que no eres más que un pobre iluso que gasta su tiempo pensando en el futuro cuando lo que se debe hacer es concentrarse en el presente. Y es que mis tres meses como mozo se postergaron por cinco años. No por desidia, no. No encontraba puesto como profesor. Postulé a un sin números de colegios privados y ninguno me daba la oportunidad (creo que eso de ser un profesor joven no es, al menos acá, sinónimo de garantía), y no es por presumir, pero en más de una oportunidad me dijeron que la cara de niño buen mozo que tengo (esas fueron sus palabras, no las mías) no imponía autoridad, y que fácilmente el alumnado podría ponerse insolente conmigo.
 
¡Oh, gran decepción!
 
Así pues, amiga, estuve como mozo cinco años, el horario muy flexible, por supuesto; pero me sentía atrapado, asfixiado. Nunca sería lo mío estar sirviendo a otros el cafecito, el pastelito, la galletita, el croissant ni nada por el estilo. Claro que estoy muy agradecido por haber estado trabajando durante los años en que no conseguí el puesto de profesor; mal agradecido no soy. Y bueno, además de las propinas en moneda extranjera, también habían otros beneficios, de aquellos que son un poco más personal, íntimos, y es que créeme cuando te digo, amiga, que los peruanos somos para las gringas como miel para las abejas, no todos por supuesto, pero al menos yo tuve la oportunidad de flirtear con más de una. Bueno, Santo no soy, y como no espero convertirme en tal, no desaproveché la oportunidad.
 
El puesto de profesor fue casi de casualidad. Una prima mía, Magdalena, ¿la recuerdas?, ella es profesora de inicial, y un día que nos topamos por Lince, me preguntó que si ya estaba enseñando, le dije que no, que estaba esperando un par de llamadas pero que no le tenía mucha fe. Me dijo que en el colegio donde enseña, el profesor de matemáticas está por viajar por y que están buscando un reemplazo y que si yo estaba interesado ella podría hablar con la directora y conseguirme una entrevista con ella. Que no me prometía nada pero que haría lo que este a su alcance. Le agradecí el gesto a mi prima y nos despedimos. Honestamente pensé que lo que me había dicho Magdalena era puro floro, de ese tipo de comentario que uno suelta al aire porque no tiene nada que decir; me equivoque.
 
Al día siguiente, cuando estaba por salir rumbo a la cafetería, mi celular sonó. El número era desconocido, así que vacilé en contestar, sin embargo me acordé que había dejado un par de CVs en unos colegios, así que, para no desperdiciar un posible trabajo, contesté la llamada. Era la misma directora del colegio donde trabaja mi prima. «Alo, buenos días con el señor Gustavo», fueron las primeras palabras de la directora; su tono de voz era dulce, agradable y obedecía una mujer no mayor de 30 años. «Si, el habla, con quién tengo el gusto» respondí imponiendo un poco mi voz, quise hacerla parecer algo más pesada para que no creyeran que del otro lado contestaba un mocoso. La conversación no duró más que medio minuto, me dijo que si ese mismo día a las 3pm podía ir al colegio para una entrevista; me dio la dirección, la cual no anoté por no tener papel y lápiz a la mano y tampoco quise preguntarle de nuevo por temor a que vaya pensar que soy un desmemoriado, nada bueno para un profesor. Al cortar llamé a mi prima, ella me dio la dirección exacta del colegio. Felizmente ese día, en la cafetería, me tocaba el turno de la mañana, así que apenas terminé salí como bólido hacía la entrevista. Llegué con 15 minutos de anticipación, tiempo en que pude examinar el colegio. Te lo describiría, pero para evitar que esta carta se extienda más de lo necesario, te envío una foto de ella donde estoy yo justo en la puerta.
 
Para ahorrarte la historia, la entrevista fue muy amena y entretenida. La directora es una mujer de mediana estatura, y su voz por supuesto que no obedece a su aspecto físico, el cual, por ser un caballero (creo que lo soy, al menos de cierta forma), no te ilustrare. Solo debo agregar que es una muy buena persona, muy gentil y servicial. Me dijo que estaba interesada en un profesor de matemáticas que cubriera al profesor de turno quien, por motivos personales, estaría ausente por tres semanas. Le dije que no tenía inconveniente y que por supuesto aceptaba el cargo. Me señaló que por no tener mucha experiencia, por no decir ninguna, el sueldo no sería el mismo al del profesor designado; hice las comparaciones y resultó que no estaba nada mal el sueldo que me tocaría recibir por tres semanas; ello, más la paga como mozo y las propinas, me dejarían buenos ingresos.
 
Y bueno amiga, han pasado cuatro años desde aquella entrevista. ¡O no!, no le quité el puesto al profesor, jamás. Sucede que el profesor regresó solicitando su despido, pues no podría enseñar más. Lo cual obviamente me benefició totalmente. El sueldo se igualó al que ganaba el profesor, por lo tanto, ya no vi necesario seguir como mozo en aquella cafetería miraflorina de nombre tropical.
 
Ha decir verdad, estoy muy contento con mi puesto, me va muy bien y tengo alumnos que me respetan y que son unos amores de personas, al menos conmigo. En cierta ocasión pensé que eso de estudiar para profesor había sido un error; y es que valgan verdades, he corrido con mucha suerte, pues el trabajo de profesor, al menos acá en Perú, es muy mal remunerado. Pero felizmente se me dio la oportunidad, y con una buena retribución económica.
 
A nivel personal, hay alegrías y tristezas. Pero no quiero ponerte melancólica, este no es el propósito de esta carta. Así que permíteme contarte las alegrías ¿sí?
 
Al año y medio de estar trabajando como profesor, se llevó a cabo el aniversario del Colegio, hubo pachanga, comida, orquesta y se juntaron varias promociones del colegio, las más antiguas. Tú sabes que para eso del baile y el trago soy aburrido, pero no podía faltar a la ceremonia, más aun cuando fue el primer colegio que me dio la oportunidad, ¿verdad? Fui vestido con un jean, una camisa blanca y zapatos marrones (sí, sí, sí, lo sé: lo mismo de siempre, jajajaja) y con un carné especial, diseñado para la ocasión, el cual permitía diferenciar a las promociones anteriores, alumnos, padres de familia y a los profesores. Estaba sentado en un rincón viendo como la gente se estaba divirtiendo, reían, comían, bebían, bailaban, todo un agasajo. En ese momento recibí un mensaje de texto en mi celular, cosa que se me hizo muy extraño pues rara vez recibo mensaje de texto; era CLARO, me informaba que si no le ponía saldo a mi celular hasta tal fecha, le darían de baja a mi línea, «Qué conchudos más sangrones que son lo de CLARO, yo pagué religiosamente todos los meses que duró mi contrato, y ahora, que el equipo es mío, me quieren obligar a que le ponga saldo, qué cabrones», recuerdo haber dicho eso en voz queda. De pronto, una sombre nubló mi vista, al subir la mirada una chica de piel tostada, ojos grandes color café, cejas pobladas, nariz semi-romana, con labios delgados y cabellos largos de tono castaño, me saludó: «Hola, soy Erika» me dijo; yo me quedé callado, no supe qué responder. «Tú… te me haces familiar, ¿de qué promoción eres?» preguntó mirándome fijamente. «No, nada que ver, me confundes, no soy exalumno, soy profesor» le dije señalando con mi dedo el carné que llevaba puesto. «Ay qué tonta, disculpa, pensé que eras exalumno» dijo ella sin quitarme la mirada. «No te preocupes. Por cierto, mi nombre es David. David Ruiz Caballero», le dije estirando mi mano. «Mucho gusto, David», dijo simulando una pequeña sonrisa.
 
Tres días después de la celebración, estando en mi cuarto calificando la práctica de mis alumnos, recibí un mensaje de texto, «Cómo joden los de CLARO, carajo» pensé; pero no, no eran los de CLARO amenazándome que si no le ponía tres soles al celular me cancelaban la línea, era Erika, sí, la chica que me saludó en el aniversario del colegio, ¿Locaso, no? «Hola, soy Erika. La que te confundió con un exalumno. Disculpa el atrevimiento de escribirte sin haberte pedido tú número, y es que necesito ayuda, necesito un profesor de matemáticas que ayude a un sobrinito que tengo, tiene problemas con los números. Crees que nos podamos encontrar para hablar del asunto. Sin estás interesado, obvio. Saludos». Fue el texto que recibí.
 
Mi primer impulso fue contestar de inmediato el mensaje, pero no tenía saldo. «Maldita sea, tendré que ponerle saldo a mi celular. Los de CLARO pretenden ganarme la batalla» exclamé en tono irónico. Y es que en verdad me dieron ganar de decirle que sí, que no tenía ningún problema en ayudar a su sobrino; mentira, yo solo quería verla de nuevo, y es que para serte honesto, amiga, me dejó impactado aquella noche. Su hermosa cara no desaparecía de mi mente. Pero bueno, como no tenía saldo y no le iba dar ese gusto a los de CLARO, y con tal de no parecer desesperado, decidí llamarla al día siguiente, a la hora del refrigerio. Así lo hice. Antes de almorzar, fui a la cabina de la esquina y la llamé. Contestó la llamada con mucha amabilidad, y le dije que era yo, pude escuchar un cambio en su voz al oír mi nombre, eso me gustó. Quedamos de vernos ese mismo día a las siete de la noche en el nuevo Starbucks que está en Larcomar. Oh si, y es que estos “points” están de moda; donde voltees hay uno, son los Mcdonal´s de la nueva generación, qué horror.      
 
¿Quieres saber qué desenlace tuvo nuestra reunión con sabor a cita? Permíteme darme un ligero descanso, tomo mi cafecito y sigo con la historia. 

viernes, 25 de enero de 2013

LA REVOCATORIA


LA REVOCATORIA



Hace unas semanas atrás se me preguntó si votaría por el SÍ o por el NO en la Revocatoria contra la actual alcaldesa de Lima, Susana Villarán. Bueno pues, mi respuesta fue que Sí y que No.

 

¿Qué?

 

Comencemos por el principio: en primer lugar yo no voté por la señora Susana Villarán; ante las opciones que se presentaron voté por Lourdes Flores. Nunca le tuve mucha fe a la campaña de la señora Susana, nunca me gustó tampoco el cuerpo técnico que la acompaña y tampoco nunca me gustaron sus propuestas. Sin embargo el pueblo habló, y eligió a la señora Susana.

De otro lado, debemos ser honestos, ella ganó el sillón municipal porque Luis Castañeda no se fue a la reelección como alcalde; aspiró a Presidente, pero por mudo y mal asesorado ahí quedó. Otro dato importante es que Susana Villarán ganó porque el señor Álex Kouri se retiró de la contienda, sino, Susana Villarán jamás hubiese ganado.

 

Otro hecho que tuvo importancia para que la burgomaestre se ganase enemigos fue la auditoría que realizó de manera automática a la gestión de su antecesor Luis Castañeda Lossio; dicha auditoría, que fue presidida por la regidora Marisa Glave, tenía como propósito principal bajarse Castañeda en las elecciones presidenciales; y funcionó. Pues el señor Castañeda quedó muy por debajo de lo que mostraban las encuestas (a las cuales, a decir verdad, no les creo mucho); bien, la derrota de Luis Castañeda se debió en buena parte al trabajo arduo y veloz que hizo la nueva gestión sobre los supuestos (y es que un no está acreditado fehacientemente) actos de corrupción y desfalco económico en el caso Comunicore, así como la sobrevaloración en las obras del mismo exalcalde. En otras palabras, Susana Villarán le hizo la banquita a Castañeda y otro lo empujó.

 

A título personal, no me gustó nada que los primeros meses de gestión de la señora Villarán hayan sido única y exclusivamente para bajarse a Castañeda, y no porque tenga simpatía hacia el exalcalde de Lima, por supuesto que no, pero fue groseramente obvio los movimientos de Villarán; todos, sin excepción, cayeron en cuanta, y quizá ello, ahora, le pase factura, o al menos en parte.

Ojo, con lo anterior no pretendo tampoco señalar que no se le debió investigarse a Castañeda, claro que no. Al contrario, estoy de acuerdo en su totalidad de que todo funcionario público debe pasar por un procedimiento de auditoría, y, de hallárseles culpable, que sean sancionado con la fuerza de la ley.

 

Porqué SÍ la Revocatoria:

Sencillo, no me ha gustado en lo absoluto el trabajo de la señora Villarán, creo además, y más firmemente que antes, que el puesto le quedó y le queda grande. Obviamente que la señora y su equipo han trabajo en Lima; hay que reconocerlo, sí. Pero lejos está de la manera y forma en cómo lo hacía en anterior alcalde. Quizá no supo cómo llegar a los ciudadanos, quizá no tiene una estrategia de marketing (muy necesaria hoy en día), quizá no tiene la simpatía ni el carisma para llegar a la gente, quizá. Además, les duela o no a otros, Villarán paralizó muchas de las obras que Castañeda había dejado ya aprobadas. Su gente (la de Villarán) dirán que en efecto dejó obras aprobadas, pero dirá que estas no se ajustaban al presupuesto, que los contratos estaban mal, que aquí, que allá; cuando uno se encarga de verle los defectos a los demás, nada les parece. Todo apesta. Y las excusas, cual pobreza, sobran.

 

Quien ha promovido la Revocatoria es el señor Marco Tulio Gutiérrez, para mí un sujeto completamente nuevo en la política, nunca antes escuché de él ni nada por el estilo. No sé qué intereses persigue ni cuáles sean sus verdaderas intenciones, lo que sí sé es que hizo lo que quizás muchos querían y no se animaban hacerlo, solicitar la revocación de la alcaldesa.

 

Y bueno, derecho tiene, ¿razón? No lo sé. Pero en cuento a lo primera es muy cierto, tiene todo el derecho del mundo es querer revocar a una autoridad de su puesto; ojo, y no sólo él, sino todos los ciudadanos que, dentro de su territorio, hayan elegido a su representante. ¿Por qué?, lo digo en un momento. Hace unos días atrás, viendo “Abre los Ojos”, noticiero matutino liderado por Beto Ortiz, se llevó acabo un debate respecto a si va o no va la revocatoria, en ella el periodista Ortiz señaló que si uno (la sociedad, en este caso, los que votaron y no por Villarán) eligió a su alcalde, pues no hay vuelta que darle y que si uno eligió mal, piña pues.

 

Pero…es cierto eso. “Yo vote por ti, pero tú no estás a la altura del puesto. Oh, pero te elegí, piña pues, me fregué”.

Por supuesto que no. Y si me lo permiten, explicaré el por qué haciendo un ejemplo:

 

Digamos que un estudio de abogados me contrata por cuatro año, un jugoso contrato en el cual debo hacerme cargo de los temas judiciales. El primer año chévere, soy responsable, puntual, trabajo bien y no hay queja alguna por parte los clientes hacia mí. El estudio, por tanto, contento. Sin embargo, luego del año, mi conducta cambia, ya no soy el trabajador de siempre, no soy puntual, no cumplo con mis obligaciones, los clientes se quejan de mí, etcétera. ¿Qué debe hacer el estudio al respecto? Bueno, legalmente tiene dos opciones: (i) mandarme un Memorando señalándome que, por el comportamiento reciente en el desempeño de mis funciones, me ponga en verada, caso contrario, se verán en la necesidad de prescindir de mis servicios; o, (ii) si la conducta que he desempeñado encaja dentro de las causales que señala la ley para despedir a un trabajador, el estudio puede cursarme una carta notarial señalado que por el mal desempeño de mis funciones como abogado del estudio han decidido, de manera uniforme,  resolver el contrato que habíamos celebrado.

 

¡Comparar la revocatoria con el despido de un sujeto!

 

Suena absurdo, ¿no? Pero no lo es. Deténganse a pensar al respecto y verán que la comparación es válida. Lima (Ojo, hablo de Lima y sus 43 Distritos, por supuesto) eligió a su alcaldesa; bravo. Los que no votamos por ella, ahí sí, piña. Pero precisamente son en su mayoría los mismos que eligieron a Villarán los que ahora piden su revocatoria. Y, quieran o no, la ley ampara el derecho que tiene un ciudadano o un grupo de ciudadanos de poder, entre otras cosas, revocar a sus autoridades, así pues, la Ley N° 26300 (Ley de los Derechos de Participación y Control Ciudadanos) en su artículo 20° y siguientes lo señala. Es una ley que cuenta con 47 artículos, es muy sencilla de leer, los invito a hacerlo.

 

Entonces, si la ley ampara que un ciudadano o grupo de ciudadanos puedan revocar a su autoridad, ese proceso no es mezquino, ni tonto, ni absurdo, es legal, quieren o no, duela o no, es legal. Como señalé al inicio ¿Justo?, bueno, no lo sé. Y es que para hablar sobre si es justo o no, nos llevaría mucho tiempo, pues sépase bien: Legal no es sinónimo de Justo.

 

Bueno, dada la explicación anterior, es fácil, por tanto, decir que no es PIÑA, como mal dice el señor Ortiz; esto es, que no tenemos porqué soplarnos los cuatro años que dura el mandado de la alcaldesa, máxime si la ley ampara, como bien señalé, a que se le pueda revocar a su autoridad.

           

            Los especialistas en el tema señalan que la Revocatoria a los alcaldes debería ser bajo ciertos supuestos, entre ellos la falta grave y corrupción. Bueno, no estaría mal, sin embargo la ley no lo establece así. Ni modo pues, la ley dejó abierta la posibilidad de revocar a las autoridades edilicias sin más requisitos más los que señalados por el Jurado Nacional de Elecciones.  

 

Mención aparte merece los actos que hizo la alcaldesa de Lima para ganarse más enemigos y el rechazo de la sociedad, entre las que resalta el desalojo de la Parada. Para lo cual escribiré en otro momento.

 

Porqué NO a la revocatoria:

 

No estoy de acuerdo con ella por la gran cantidad de dinero que significa realizar todo el procedimiento de revocación. Según Pedro Pablo Kuczynski serían S/. 75 Millones de Soles los que se van a destinar únicamente para saber si revocan o no a la señora Villarán, ello sin mencionar el gasto que deberá desembozarse si acaso ganase el SÍ, pues habría nuevas elecciones.

 

El dinero que se va a destinar para revocar o no a la burgomaestre, tranquilamente puede ser usado para nuevas obras municipales o remodelar las que ya están hechas; pero no, nada de eso. Y al final, ese dinero es de nosotros, los contribuyentes. Por ésa razón, es por la que no estoy de acuerdo con la revocatoria.

 

 

A lo largo de estas líneas, no he tratado de convencer a nadie por el SÍ o por el NO; sólo he tratado de dar mi punto de vista, dar una opinión lo más imparcial posible. Espero pues, a ver logrado mi finalidad, sostener mi posición frente a la coyuntura política actual.

 

Lima, 25 de enero de 2013.

  

 

 

miércoles, 23 de enero de 2013


Todo Bolívar….


Mi profesión me obliga ir de vez en cuando a los recónditos fueros civiles de nuestra Lima para presionar a los Especialistas de los Juzgados que apuren con las providencias de sus labores. Es tema fregado, pues a ninguno de los trabajadores del Poder Judicial les gusta que les digan cómo hacer su trabajo y menos aún que lo arreen para hacerlo; les molesta, los irrita y siempre te atienden con cara de orto. La cosa se complica cuando delante tienen a un mozalbete jurisconsulto que le importa un carajo si se molestan o no ante las quejas y reproches producto de su propia decidía.

Simplemente les llega al cohete.

Un día me tocó ir al Juzgado de Paz Letrado de San Martín de Porres.  Salí de mi casa y caminé hacia la Avenida Bolívar. Felizmente no demoró mucho el bus que me llevaría a mi destino; de hecho estaba a dos cuadras de distancia.  Hago la señal para que el transporte público pare donde estoy, pese a que tiene la obligación de hacerlo, por estar yo en el paradero correspondiente.

Al subir me senté tres asientos detrás del chofer.

La mañana de ese día era cálida y el ambiente tranquilo, el tráfico era fluido. Todo listo para enrumbar hacia la Av. Universitaria con la Av. Antúnez de Mayolo, en el distrito de San Martín de Porres. Subí armado con mi ipod shuffle a la cintura, con mi mochililla guardando el celular, la billetera y un bolígrafo y, por supuesto, el libro Dándole pena a Tristeza; en mi mano derecha yacía el file del expediente cuyo viaje justificó haber faltado al gym esa mañana.

Tras ponerse el bus en marcha prendí mi cajita musical mágica y José José me da la bienvenida diciéndome, con su voz fuerte y melodiosa, que por culpa de una mujer, es un volcán apagado.

No pasó mucho desde que se puso en marcha el bus cuando de pronto frenó bruscamente con la finalidad de subir a un pasajero que, al igual que yo, estiró su mano indicando que también quería subir. Pero este sujeto de aspecto universitario no se encontraba en un paradero oficial sino en la esquina de una calle cualquiera. El chofer no le dio la importancia y, al estar dentro el pasajero, volvió a su empresa.

Conforme íbamos avanzando me percaté que el chofer, en complicidad con su cobrador, había hecho la misma jugada, esto es parar en lugares no oficiales para recoger pasajeros.

«¡Wow! El chofer es tan amable y se apiada de los pobres ‘ciudadanos’ que al no tener vehículo propio, al igual que yo, se tienen que conformar con tomar el transporte público, y es tan heroico el noble hombre que no le importa ganarse multas con tal de servir a su prójimo. ¡Qué buen sujeto, qué buen hombre, qué buen chofer, qué ciudadano tan ejemplar!» Pensé.

 

Al cabo de unos minutos, antes de llegar a la Primera Universidad de Latino América, veo que el asiento que está al lado del chofer se desocupó; el siento está a la mano derecha, viene hacer el asiento del copiloto, el cual, por la posición en la que está, brinda un mejor panorama de viaje al pasajero, además es mucho más cómodo que las otras butacas, las cuales al parecer fueron fabricados por NOMOS, y es que no encuentro otra explicación para los asientos sean tan angostos e incomodos. Por ello, no vacilé y me acomodé en el asiento del copiloto.

Ya en la Av. Universitaria, habiendo pasado la UMSM, el chofer comienza a zigzaguear tratando de birlar los huecos de la pista; por supuesto, el heroico hombre, olvida que en vez de llevar personas lleva animales, confunde pues su bus con el camión de carga, en el cual nosotros somos sus bueyes. Al cabo, su cobrador, un hombre de mediana estatura, con cara de niño viejo, vestido con el uniforme de la empresa, del cual emanaba un hedor similar al de aguas servidas, le alcanzó al chofer un celular el cual atrapó sin miramientos, y, sin importarle que se encontrara en plano viaje, se puso a conversar. 

¾ Jajajajaja, qué pasa concha tu mare. Me quieres cagar, ¿no?, jajajajajaja. Toy a tras tuyo weón. Dile a la Martha que si me quiere quitar gente, va ser jodido, jajajajajajaja. Fuera concha tu mare, si él es el del correteo. Jajajajajaja. ¾ Exclamó el chofer, quien en una maniobra temeraria, le devolvió el celular al cobrador.

La risa del chofer era sumamente chillona, irritable, de esas que no se olvidan con facilidad. «Ya me fregué», pensé.

Al girar sobre mi izquierda pude por fin ver al chofer: era un hombre tez cobriza, del cual, pese a estar sentado, se puede apreciar que tiene gran altura y estampa musculosa; es pelado cual bola de boliche y es dueño de una prominente nariz en forma de gancho. Su voz es aguardentosa, como si al lavarse los dientes usará clavos en vez de agua. Para ser honesto, es del tipo de persona que no te gustaría cruzarte por las noches regresando del trabajo o del estudio.

Habían pasado ya más de veinticinco minutos desde que tomé el bus. En esta oportunidad, Camilo Sesto me dice que muere por a una mujer que tiene piel de ángel, y que por ser un amor ‘prohibido’ tiene que amarla a escondidas. Al cabo de unas cuadras, el bus frena torpemente en el cruce de la Av. Tomas Valle con la Av. Universitaria. Al frente, un escuadrón de la Policía de Tránsito, en su mayoría mujeres, las famosas ‘FÉNIX’, dirigen el pesado tráfico que se postró sobre dichas avenidas. Las féminas oficiales ordenan, cual juez, qué vehículos pasan de izquierda a derecha y de frente hacia delante. Suplen de manera caótica el sistema de semáforos puestos inteligentemente por el Ministerio de Telecomunicaciones y Transporte.

Pinché pause al ipod shuffle y observé cómo el chofer con un silbido llamó a su cobrador. Veo que el chofer endereza su espalda tratando de sacar pecho pero presume pura teta, levanta la mirada vidriosa, estira su diminuto cuello (su rostro pinta un nuevo semblante, el de alguien precavido, y sus ojos ahora son analíticos) y con voz fuerte y dibujada señala:

¾ «Ves eso. Lo que está haciendo la policía de tránsito. Eso está mal. Es una clara infracción a las normas de tránsito ¾y con una mueca de aprobación en su duro rostro, agrega a su cobrador, que lo escuchaba con suma atención:¾Te explico: si los semáforos están prendidos y funcionando como lo están ahora, la policía no tiene por qué intervenir. En cambio, si los oficiales están manejado el tránsito, reemplazando los semáforos, estos deberían estar apagados para así no crear confusión a los choferes. Pero eso, estos huevones no lo saben. Joden nada más. ¾Sentenció el noble caballero.

Sí, aquel que se burló de los paraderos oficiales, que subió y bajó a pasajeros a lo largo de la Av. Universitaria sin importarle dónde los bajara o recogiera. Así espetó aquel heroico hombre que juagaba al correteo con otros para ver quién de los dos conseguía más pasajeros; aquel que de manera temeraria usaba el celular sin importarle si sus reflejos se veían disminuidos por el uso de dicho artefacto.

Por supuesto que la indignante perorata suelta por el chofer me causó un gran fastidio.

 «Eres un conchudo cabrón que viene poniendo en riesgo mi vida y la de los demás. Y te das aires de erudito en los menesteres propios del tránsito. Qué tal hijuemadres que eres, en serio», me dieron ganas de decirle, sin embargo, y conociendo lo caballerosos que son nuestros queridos choferes, y dadas las dimensiones físicas de tan loable personaje, corría el riesgo, más que seguro, de ser invitado a un duelo, del cual por supuesto, acabaría hecho mierda. Razón por la cual decidí, firmemente, otorgar con mi silencio.

Vaya que si vivimos en un país donde las cosas están al revés. Donde hoy en día le regala la licencia a sujetos como el que me tocó ese día ya lejano, a quienes la vida de sus pasajeros les importa un real carajo. Sujetos que se burlan de sistema de tránsito, pero  que cuando el sistema los ‘perjudica’ son una eminencia, peritos en conocimientos del manual de tránsito.

En Lima no hay día que enciendas la televisión a ver las noticias y haya muertos en las pistas, arrollados por irresponsables choferes; o  autos, motos, buses volcados en las pésimas carreteras que adornan nuestra ciudad. Desafortunadamente, como habrán apreciado, no es falta de conocimiento de las normas de tránsito lo que afecta a nuestro país, sino la falta de moral, de ética y, lo más importante, de responsabilidad que tienen los choferes que día a día, literalmente, manejan nuestras vidas.

No se detienen a pensar por un segundo que nosotros (los usuarios) les confiamos nuestras vidas, nuestra integridad. Pero lejos de ello, en vez de exigirles más a estos destacados ‘caballeros’ que te conducen hacia la muerte repentina, o peor aún, a vivir el resto de tu vida postrado en una cama y tragando a través de una caña de plástico, se les sigue regalando la licencia de conducir. En otras palabras, el Estado  -que se rige por su propia Carta Magna y que su artículo 2°, numeral 1) señala que ‘toda persona tiene derecho a la vida… a su integridad moral, psíquica y física’- les sigue otorgando a esta clase de chóferes, licencia para matar.   

 

¡Qué irónico!

 

Lima, 17 de enero de 2013.