lunes, 26 de agosto de 2013

POR DOS SOLES, UN MUNDO.





Es increíble lo que un par de soles (monedas) pueden hacer por una persona. Mis zapatos estaban sumamente mugrientos debido a la llovizna del sábado pasado, eran un asco total, lejos estaban de lucir el cuero color marrón que tanto me gusta. Ante ello, decidí pasar a lustrador de zapatos del mercado de Jesús María, que está cerca de mi trabajo. ♪Uno, busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias... ♫ Sabe que la lucha es cruel y es mucha, pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina…♪, me deleitaba Luis Miguel cantando unos de mis tangos favoritos. Rumbo al lustrador de zapatos, vi cómo varias personas ignoraban olimpiacamente las normas peatonales. Una madre cogió del brazo a su retoño y, sin medir el peligro, logró, por escasos centímetros, birlas el transporte público que se avecinaba libre de culpas puesto que la luz del semáforo estaba en verde. De ser esa mujer la madre de mí hijo, lo más seguro es que se hubiese ganado semejante tortazo por poner el peligro la vida de mi pequeño. El hecho de que la mujer haya traído al mundo a un ser no le da derecho de jugar con la integridad de su hijo. Si quieres arriesgas tu vida, hazlo, pero si te vuelvo a ver o me entero de otra estupidez como ésta, te denuncio, le hubiera espetado a esa regordeta mujer de cabellos amarillos como el choclo (elote). Seguí rumbo al mercado y pasé junto a una estética, cuyo artista es un hombre que se identifica más con el sexo femenino, me miró, me examinó, me escaneó, y brotó de él, o ella, una sonrisa de la cual no quise adivinar sus intenciones. No es la primera vez, pensé. Ya otras veces se me han quedado mirando de la misma forma. Supongo entonces que, lejos de incomodarme, debo sentirme alagado, así que le devolví el gesto y le sonrío con la misma naturalidad que ella, o él, me sonrió. ♪Amor en silencio, es vivir un momento a tiempo…♫ Amor en silencio, es un beso amar o dar perdón sin explicar solo un alma desnuda esa dicha puede lograr♪, me explica en esta ocasión Marco Antonio Solís. Estando en la Av. Garzón, me encontré con el supermercado «Metro», alcancé a ver algunas ofertas al paso, ninguna me llamó mi atención, no hay ofertas en pañales, leches, pañuelos húmedos ni nada para bebés; únicamente hay ofertas de mujeres adornando los artículos domésticos de limpieza, todas ellas felices por los grandes resultados de sus jabones. Nada me interesó, seguí de largo, y pensé: Las mujeres se quejan del hombre y su “machismo”. Porque entonces no se quejan con las agencias de publicidad y con sus congéneres, quienes siendo mujeres, las modelos, al menos, se prestan a que en pleno siglo XXI, y con la supuesta “igualdad de género” ganada, sigan etiquetándolas como esclavas domésticas cuyas virtudes, fuera de la profesión u oficio que ostenten, es la de saber distinguir sobre el mejor jabón de platos o de ropa. Amén. O caso han visto a un hombre diciendo en un comercial de jabón: ¡Ay, estas manchas de grasa no salen! Usted, Don Benito, ¿qué jabón usa? Obvio que no. Llegué a la esquina y me tropecé con un anciano de aspecto montañés, de barba espesa y gris; tocaba torpemente algo que simula ser una flauta. Bajé el volumen de mi Ipod; el sonido que emitía es tan feo como un chido de una rata; el anciano no me miró ni me dirigió la mano, ambas están ocupadas tocando aquel plástico viejo y sucio que simulaba ser un instrumento de viento. Vestía andrajosamente, y brotaba de él, creo, un hedor inhumano. ¿No se sentirá él mismo? A su frente había una lata que no tiene etiqueta alguna (¿de leche, de piñas, de duraznos?), dentro hay una par de monedas, me seguí de largo, traté de ignorar al viejo y su ruido, pero, presa del remordiendo, regresé ¿Quién elige esa vida? Quizá pudo ser alguien grande, y el destino le jugó en su contra. Recordé entonces una entrevista de un dominical en el cual decían que a los ancianos y niños, sus propios parientes, los obligaban a limosnear por las calles de Lima, so castigo de golpiza y maltrato si no llevan la recolecta voluntariosa de los parroquianos. Reflexioné. No quiero que lo golpeen al pobre viejo. Hurgué mi bolsillo y saqué una moneda de un sol y la deposité. La lata emitió el sonido pero el abuelo no me agradeció. Tampoco dejó de tocar. En la esquina, doblé hacia la derecha, una señora de tez morena, chata y uñas extravagantes le consultaba a la vendedora de Dvds piratas si tiene la película de «Lotería de Amor», pero en Blu Ray, la vendedora niega con la cabeza pero la consuela diciéndole que la tienen en Dvd normal, y que es de muy buena calidad, Está en español latino, le ofertó. Pasé por el quiosco de periódicos y leí que el Presidente Humala sigue bajando en las encuestas, otra nota resaltante señalaba que el caso Fefer se posterga porque la Vocal que debió dirimir decidió retirarse del proceso. Pensé: Es curioso, el asesinato de la señora Myriam Fefer atrajo tanto la atención del país, como la mierda a las moscas, que no me sorprendería que la novela que se ha tejido al respecto sea obra del Estado para llamar la atención respecto a las porquerías que el Gobierno de turno hace con nuestro futuro. “Teoría de la Conspiración N°02. ¿Eres la asesina de tu madre?” Anoté en mi libretita como asuntos pendientes de publicar en mi blog. Consulté mi reloj y sigo rumbo al lustrador de zapatos. A mi izquierda, cruzando la calle, había varias mesitas improvisadas en las cuales se ofrecen tamales, Tamales, lleve sus ricos tamales, caserita, ofrecían los pregones tamaleros, pero la clientela estaba baja, y la poca que había decide por las crujientes y malignas presas de pollo del KFC, de modo tal que los pregoneros tamaleros ven con cierta amargura la competencia proveniente de las tierras del tío SAM. ♪A quien quiero mentirle Porque quiero fingir que te olvide Trato de convencerme… ♫ Que no sentí un amor tan profundo Y quedaste en el ayer Yo trato de olvidarte, yo de verdad lo intento Pero no lo consigo…♪, me declaraba Marc Anthony mientras le preguntaba al lustrador cuánto me costaría dejar como nuevos los zapatos que llevaba puestos. Los examinó con rigurosidad; les puso mala cara. Viene de la guerra, jefe, preguntó con una media sonrisa burlona que deja entrever el pan con atún que acababa saborear. Dos soles es el precio convenido. Me invitó a tomar asiento a la vez que me ofreció el período del día. En la portada del periódico El Trome ¾que forma parte del mundo amarillista de noticias que tiene nuestro país¾ estaba un joven, atlético y hasta buen bozo Sylvester Stallone compitiendo contra un viejo, arrugado y carón Sylvester Stallone, 'Rambo' podría ser convertido en una miniserie de televisión, rezaba el titular. En la sección de deportes estaba la foto del arquero de ¢Universitario de Deportes¢ José Carvallo, "Aprovecharé al máximo mi convocatoria", señalaba el arquero convocado para el encuentro de Perú vs Uruguay por las Eliminatorios-Mundial Brasil 2014. Pienso: Así se escribe mi apellido: ¢Carvallo¢ y no ¢Carballo¢, mi abuelo se apellida Carvallo, algunos de mis tíos también Carvallo, mi papá es Carballo al igual que mi tío Carlos Carballo, mis hermanos y yo somos Carballo, mi hijo es Gabriel Carballo; legalmente ninguno de los Carvallo es  familia mía, consanguíneamente todos los Carvallo, lo son. Seguí hojeando el periódico sin detenerme a leer un artículo completo; todo su contenido me paría fofo, aburrido y reiterativo. En Ate muere mujer degollada por esposo celoso. En San Juan de Lurigancho muere abuelo por no usar el puente. En Lima crece la delincuencia a un 80%. En el Perú el 75% de mujeres son analfabetas. Cae policía corrupto con cien soles en coimas. Eran varios de los titulares de El Trome.

 

*

 

♪Dueño de ti, dueño de que dueño de nada un arlequín que hace temblar tu piel sin alma.♫ Dueño del aire y del reflejo de la luna sobre el agua. Dueño de nada, dueño de nada♪, me decía José Luis Rodríguez el PUMA. Eché un vistazo a mis zapatos; ambos están llenos de jabón líquido, espumosos y burbujeantes, Jefe, sí que están realmente un asco, me espetaba el lustrador de zapatos. Es un tipo chato, de figura regordeta, de nariz aguileña y frente amplia. Pensé en mi primo Juano. La última vez que lo vi fue en la ceremonia el Sindicato de Circo, Espero que esté bien mi primo, deseé. Jesús María estaba fría, el aire era helado y el cielo lleno de nubes grises estaba. En mí delante habían varios cambistas ofertando el tipo de cambio del dólar. Llevaban sus chalecos oficiales de cambistas, sus manos estaban armadas con billetes de veinte, cincuenta y cien dólares y una calculadora de bolsillo. De fondo, el chillar claxon, el ruido de los motores y los gritos de los copilotos del transporte público, son nuestra sinfonía, cruel sinfonía urbana. Mi celular vibró. Era un mensaje de mi esposa: 'Amor, me estoy yendo al súper con Gabito y mi mamá. Te amo¢, me escribió. A mi derecha, sentada, había una señora a quien otro lustrador le estaba terminando de limpiar sus botas color marfil. La señora, sin remordimientos ni las precauciones mínimas, presumía por lo alto su Ipad con pantalla retina. Alcancé a ver, como quien no quiere la cosa, que en su pantalla había unas figuras coloridas seguidas de líneas que iban y venían, ví montañas, ríos color oro, carriles, trenes, y estrellas multicolores, y… ¿Un dragón? Oh, está jugado Candy Crush. Tomé de nuevo el diario que dejé a medias, y para no leer más los pobres y tristes titulares, me antojé ser algo más intelectual y me fui al crucigrama. Estaba intacto. Nunca he logrado llenar uno en su totalidad, y al comenzar a leerlo, supe que esta tampoco será la excepción. «La mayor vía fluvial de Europa. Con sus elementos más espaciados de lo regular en su clase». Ni idea. «Poeta considerado como el padre de la poesía lírica francesa. Título croata a los que gobernaban un territorio» Tampoco tenía (ni tengo) idea. Me rendí. La mujer del Ipad con pantalla retina se había retirado ya, el lustrador de zapatos que lustró las botas de la dama sacaba las cuentas del día; no hay billetes, solo monedas de uno, dos y cinco soles. Sacó cuentas en su cabeza, y con expresión de gracia, las guardó en su canguro color azul chillón y del cual cuelga un escudo del Real Madrid. Mi lustrador de zapatos me alzaba la mirada y me preguntaba algo, traté de leer sus labios pero no entendía nada; sus dientes de caballo adornados por una sombra verdosa y placas amarillentas distrajeron mi atención. Puse pause a el PUMA, quien ahora me dice que por haber abandonado a su amada, que por dejar que muriera el amor, el culpable es él. Disculpe, no lo oí, me excusé con el señor limpiador de zapatos. Que si gusta grasa o líquido, jefe. Le indiqué que grasa. Hasta donde sé, es mejor para los zapatos de cuero. Me afirma con la cabeza y siguió su faena. Vibró de nuevo mi celular, no era es un mensaje, era un llamada de mi tía Iarida: «Hola hijo. Cómo estás, cómo está tu esposa y Gabito. ¡Ay qué bueno! Entonces nos vemos el día sábado de todas maneras, ¿verdad? Listo hijito. Yo les doy tus saludos. Cariños por casa» La tía Iraida siempre tan atenta, caray. Pensé: Es curioso, es la tía con la que menos crecí, con la que menos hablé y tiempo pasé, pero es la más preocupada de todas. Por semana, mínimo, me llama cuatro veces, y siempre pregunta por la familia. Es muy cariñosa, afectiva y preocupada. Si en Lima tiembla, es la primera en llamar y preguntar por la integridad familiar. Siempre nos da consejos para la salud y bienestar de mi hijo Gabriel. Su esposo, mi tío Oscar Mavila, es un hombre bonachón de carácter campechano, a quien, por ser presa de la tecnología, y gracias a su nuevo ¢Table¢ lo he bautizado como el “Loco Facebook”. Que Dios me los guarde por muchos años más. Agarré otro periódico al azar, no leí los titulares, ¿qué tan ajenos del primero pueden estar? Me fui directo al crucigrama, no me daba por vencido. Hoy día sí que están bravos los crucigramas, carajo, musité cabizbajo, y nuevamente derrotado por los intelectuales de las Editoriales. Regresé a una página anterior y un artículo pequeño, pero interesante, llamó mi atención. Tres Chiquitas, titulaba: (i) ¿Sabías que con la mitad de una cebolla puedes revivir el brillo de los zapatos de charol? Se parte a la mitad y se frota suavemente sobre los zapatos. Quedarán como nuevos. (ii) ¿Sabías que comer muchas carnes rojas podría aumentar el riesgo del Alzheimer? El Profesor George Bartzokis, de UCLA en los Estados Unidos, dijo que la enfermedad es causada por una de dos proteínas, una llamada tau, el otro beta-amiloide. (iii) ¿Sabías que las personas revisan sus Smartphones 150 veces al día? De acuerdo a un estudio reciente, quienes poseen un Smartphone prácticamente lo revisan cada seis minutos y medio como promedio, que en total en el transcurso de un día de 16 horas -sin contar las horas de sueño, las personan lo revisan unas 150 veces. Varias cosas eran seguras luego de leer tan corto pero ilustrativo artículo. Uno, no tenía zapatos de charol, así que de momento no podía poner a prueba la teoría del brillo que causa la mitad de una cebolla. Dos, reduciría el consumo de carnes rojas, no quiero llegar a padecer de ésa enfermedad que es tan cruel con las familias. No recordar a tus padres, hermanos, hijos, ha de ser jodido, además de horrible. Tres, a Dios gracias no tenía (ni tengo) un Smartphone, por tanto no estaba ni estoy dentro de ese porcentaje de zombis tecnológicos que paran fijándose cada seis minutos y medios si hay alguna novedad en sus redes sociales o si alguien le puso like o no a su comentario. No soy amante de los Smartphone. No me agradan. Mis primos se burlan de mí por el pobre y viejo celular que tengo, pero prefiero ser un aburrido que ser un estúpido más que le presta mayor atención a la minipantalla táctil, que a la persona que tienen en frente.

 
 
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♪Porque yo quiero crecer en ti y sentir contigo, tan cerca y no darte amor, yo no lo concibo ♫ Y tengo tanto tanto amor, aquí estoy esperando. Tanto tanto amor los dos disimulando♪, me susurraba Basilio, con esa voz tan fina y fuerte a la vez. Es una pena que haya muerto, me dije. Seguía pendiente también de mi celular. La llamada que esperaba no llegaba. ¿Qué le habrá pasado? ¿Por qué ignora mis mensajes y llamadas?, me preocupé. Supongo que todo a su tiempo, para él no ha de ser fácil esta situación; todo le cayó de un solo golpe. Seguí esperando. El avance de mis zapatos es notorio, han cambiado mucho su aspecto, pero aún no lucen como quiero. Miré a mi alrededor, todo marchaba con rapidez; señoras llevando el mercado del día o de la semana, cargando las bolsas pesadas que resguardan las frutas y verduras, los menestrones y las especias adquiridas. El compañero de mi lustrador de zapatos, aguardaba paciente que otro cliente, hombre o mujer, pida sus servicios. Mientras tanto se ponía a revisar otro de los tantos periódicos que han comprado. Me detuve a verle, es un hombre poco más joven que mi lustrador, pero su destello es completamente distinto, mientras mi lustrador de zapatos no deja de reír y ponerle buena cara a su labor, el joven tenía una cara dura, casi sin expresión, sus hombros estaban encogidos y de su oreja colgaba un arete, una cruz plateada. Observé sus brazos, son más cortos de lo normal y estaban adornadas por fieras cicatrices unas muy seguidas de otras, ¿Colección de enfrentamientos bélicos interbarrios?, presumí. Dejé de prestarle importancia al compañero de laburo de mi lustrador de zapatos y me puse a cavilar sobre el sueño que tuve anoche. No era la primera vez que soñaba con ese felino. Pero había pasado tiempo desde la última vez. Recuerdo soñar con ese gato de enormes y filosos dientes desde que tengo doce años: Ando caminando por los alrededores del circo, no sé qué circo es, eso no importa. Camino como lo haría un turista, sin malicia ni remordimientos, sin presagiar el futuro. De pronto alguien grita ¡Se escapó el tigre! Y todo mundo corre. Yo no veo nada. No me inquieto, no me alarmo, sigo caminando. Luego, tras caminar diez metros, volteo; a lo lejos hay una figura que no logro descifrar, me acercó a la figura, preso de la curiosidad. Es el tigre. Trato de disimular mis nervios, mi miedo. Volteo y comienzo acelerar el paso, volteo de reojo y el tigre sigue quieto, pero ya advirtió mi presencia. Camino a zancadas, mis manos tiemblan, mis piernas se doblan, mis dientes cascabelean, soy un títere sin su titiritero. Un sudor frío recorre mi espalda. Volteo de nuevo, el tigre me acecha, sus hombros bailas, su mirada es penetrante, sus garras parten el suelo, y se lanza a gran velocidad hacia mí. ¢Corre, niño. Corre…¢ oigo que gritan, no sé quién me advierte, pero comienzo a correr. Volteo de nuevo y el tigre está cerca de mí, ruge con cada salto que da. Sigo corriendo, pero mis piernas no reaccionan, me pesan y me cuesta mucho moverlas, no me obedecen, son inútiles, se han convertido en peso muerto. Volteo, el tigre está a pocos metros de mí. Grito pidiendo ayuda, pero no logro escuchar mi voz, giro de nuevo con más fuerza, pero no emite siquiera un leve lamento. Mis quejidos se ahogan en mi garganta. Volteo, y el tigre se ha lanzado sobre mí; lo veo en cámara lenta, sus patas delanteras están completamente estiradas, sus ocho garras delanteras están perfectamente alineadas, su hocico es enorme, también sus colmillos, su pelaje baila al compás del viento. Cierro los ojos, respiro hondo. Ya no hay nada que hacer. Siempre es lo mismo, cuando está por atraparme, soy salvado por el despertador de mi celular, por la luz que se escabulle por la ventana o por el ruido insignificante de cualquier cosa. No tengo ni la más remota idea de lo que ese sueño pueda significar. Esta vez fue un tigre, otras veces es una leona. Pero… ¿Por qué un felino de fieros instintos? ¿Qué representa o a quién representa? ¿Y por qué me ataca?



* 

Ahora era Ricardo Arjona quien me deleitaba con la canción ¢Señora de las cuatro décadas¢. Me hace recordar aquellos ayeres de circo en los que, en secreto, dedicaba esa canción a una mujer mayor que yo, casada y con dos hijos, su hermosura es completamente distinta a lo que su nombre podría indicar; lejos está de lo que el nombre pueda brindar, es una mujer de belleza delicada. Fantasías de un adolecente soñador, pensé. El lustrador de zapatos intercambiaba dialogo con su colega lustrador, no sé de qué hablaban o de quién. Mis zapatos iban tomando la forma y el color que quería. Falta poco, pensé. Nuevamente mi lustrador ocasional me lanzaba una pregunta, no la escuché, pero presumiendo que se trata de una consulta relacionada con mis zapatos, asentí con la cabeza. ¿Y cuándo fue que le metieron el dedo, jefe?, me preguntó. Dudé sobre lo que me había preguntado. Me sacó de cuadro, me desubicó. ¿En verdad me había preguntado si me han metido el dedo? No le di crédito a lo que escuchado, así que puse en stop a mi cajita musical. Disculpe, no escuché bien la primera pregunta. Me la repite, por favor.

¾ Si jefe. Si ya se ha hecho el examen de próstata.
¾ No, todavía no.
¾ ¿Qué edad tiene, jefe?¾ Preguntó hurgando en sus bolsillos hasta dar con la franela color roja.
 ¾Tengo treinta¾ respondí de manera cordial, con el tono de quien da por concluida la conversación.
¾ Uhhhhhhh…¾ aulló mi lustrador de zapatos con una leve sonrisa torcida, a lo Sylvester Stallone, y frotando la franela roja sobre mis zapatos, agregó¾: Todavía le quedan diez años para ser feliz. Y rió de manera exagerada, abrió tanto la boca que dejó entrever que le faltaban varias muelas.
¾ Es que a este comparito ya le metieron el dedo varias veces. Le encanta ir a su consulta con el urólogo¾  interrumpió su colega lustrador, ese que hace un instante sacaba cuentas del día y revisaba el periodo. Y con tono campechano, señaló¾: Aquí al hombre le gusta, le encanta ir al urólogo que queda en la Victoria. Un zambo de metro noventa, con dedos gigantes. Rió también sarcásticamente. Y, dando a entender que es broma, se acercó hacia mi lustrador de zapatos y le palmeó el hombro.

Pero mi lustrador no se dejó:   
¾ Calla huevón. Si a quién le gusta que le metan el dedo es ti. Rosquete de mierda. Ja, ja, ja, ja. Yo he ido una vez en toda mi vida. Y obvio pe huevón, te tienen que meter el dedo, sino cómo chucha te analizan la próstata ¾ Me miró y me sonrió discretamente. Al cabo de uno segundos, y ya dejando impecables mis zapatos de cuero color marrón, mi lustrador, con voz de experiencia en el campo de guerra, me advirtió¾:Cuídese mucho, jefe. No es broma, esta huevada de la próstata es cosa seria. Yo me cagaba de risa, no le hacía caso, decía que nunca me dejaría meter el dedo al poto, que eso es de maricones. Y le daba duro a mi vida de hijoputa. Ahora estoy cagado. Mi próstata tiene el tamaño de una papaya. A nadie le gusta que le metan el dedo al culo, solo a los cabros como mi compañero. Ja, ja, ja. Listo jefe. Terminados. Son dos soles.

Le pagué lo acordado, me levanté y vi mis zapatos. Más brillosos imposible, dije con voz queda. Agradecí el servicio prestado, y me puse en marcha rumbo a la oficina. El día gris seguía; la llamada que esperaba, no llegó. Consulté mi reloj y habían pasado sin darme cuenta casi quince minutos desde que me senté y dejé que lustrador de zapatos cumpliera con lo que mejor sabe hacer, dejar como nuevos los zapatos. Me dispuse a poner play a mi cajita musical cuando fui interrumpido por una voz grotesca que me gritaba:

¡Recuerde jefe. En diez años, le meten el dedo!

 

 

Lima, 26 de agosto de 2013.

             

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