jueves, 13 de febrero de 2014

¡AMO LIMA!




Lima es una ciudad extraña.
Puedes levantarte de la cama como cualquier otro día y hacer lo que sueles hacer en esos días donde no haces nada que lo deberías hacer.

Por ejemplo hoy.

Me levanté pensando que sería como cualquier día más en el laburo. No fui al gimnasio, pues la flojera doblegó mi espíritu deportivo. Tomé desayuno temprano y, treinta minutos después, subí el transporte público que me deja cerca de la oficina. Bajé en la Av. Brasil donde varios estudiantes, a paso acelerado, intentaban llegar a tiempo a sus clases en la facultad de Estomatología que se alza en la cuadra uno de la Av. Bolívar. Crucé con precaución la inmensa Av. Brasil y me dispuse a escuchar mi ipod shuffle. Caminaba de manera tranquila, como si las manecillas del reloj estuviesen a mis órdenes. El aire fresco de esta mañana gris y tupida acariciaba mi faz mientras Luis Miguel interpretaba La Incondicional.

Seguí caminando con la mirada en alto.

Sobre la vereda, como por arte de magia, apareció un auto color guinda que venía hacia mí con moderada velocidad. Le puse pausa a Luis Miguel, y le hice señas al conductor para que bajara aún más la velocidad de su empresa puesto que yo andaba en medio. El sujetó le importó poco mis ademanes y siguió sobre la verada. Tuve que salir del destino para no ser golpeado por el auto.

El sujeto se estaciona en la fachada de una quinta resguardada por una enorme reja negra.  Baja del vehículo sin la mayor atención y libre de culpa.

¡Qué tal concha, pues!

¾ Oiga. ¾Le digo ¾Qué no ve que está sobre la vereda y que casi me lleva de corbata.

El sujeto, que es alto, más que yo (bueno, yo no soy muy alto), me escanea de pies a cabeza y pregunta:

¾ ¿Acaso te atropelle? ¾Pero lo dice con una voz tan fresca y sin reproches que me dieron ganas de golpearlo. Pero me contuve.

¾ O sea que estás esperando atropellar para recién reaccionar. Además, dese cuenta que está en la vereda, que es exclusivo para el peatón ¾le respondo mientras grabo en mi mente sus acholados rasgos distintivos.

¾ Qué te voy atropellar oe. ¾Responde, y acomodándose la camisa dentro del blue jean, agrega con un manotazo al aire ¾: Usa el cerebro.          

¿Usa el cerebro? Ese cabrón de frente amplia y ojos duros me dice que use el cerebro. ¡Está cojudo!

¾ No sea animal. Y usted use el cerebro al manejar  ¾le respondo ya con tono increpador.  A la mierda, si nos vamos a los golpes, que así sea.

En ello aparece un inspector de la Municipalidad de Jesús María vestido de azul y con su chaleco característico. Se acerca donde el imprudente chófer y le dice que tenga más cuidado, «He visto todo desde el inicio. Y presencié cómo casi arrolla aquí, al joven presente».

Pero como en Perú estamos acostumbrados a pasarnos a las autoridades por los innombrables, el conductor iracundo, lejos de reflexionar, grita:

            ¾ Estás hablando huevadas. Además, acá vivo yo. Yo pago mis impuestos y tengo derecho a estacionar mi auto fuera, o como se me dé la puta gana.

¾ Señor. No sea malcriado que nadie le está faltando el respeto ¾manifestó el inspector, manteniendo la calma.

Yo no callé. Y ante la boludez lanzada por el conductor…

            ¾ Pagas impuestos. ¿Y por eso tienes derecho a manejar a tus anchas?, ¿Sin respetar al peatón?

Quería decirle que soy abogado. Y que gustoso llamaría a la policía para ellos verificaran si en verdad se había cometido infracción o no. Pero no lo hice, ninguna de las dos.

¾ Ya ya ya. Amigo ¾ me dice¾, no lo vuelvo hacer, ok. Ahora lárgate.

Lárgate. Esa palabra entró por mis oídos como un golpe certero.

¾ ¿Lárgate? Estás bien equivocado de tu vida. O sea que ahora eres dueño de la vía pública. ¡Qué conchudo! ¾Le referí enérgicamente.

El inspector me toma del brazo y me dice en tono suficiente para ser escuchado por el conductor, que no vale la pena discutir con un sujeto que no tiene respeto por nada ni nadie. Que pierda cuidado y que de todas maneras reportará lo ocurrido al área correspondiente.

Agradecí al inspector su amabilidad. Estaba por reanudar la interpretación de La Incondicional, cuando me detuve de pronto, giré hacia el malcriado conductor, y con mirada asesina le digo:

¾ Y no me llame ‘Amigo’. Que no tengo amigos brutos.

¾ Tú tampoco eres mi amigo ¾responde.

Escuché su réplica pero no le di importancia. Seguí mi destino; doblé en la esquina y no lo vi más.

Lima es así.

Puedes levantarte pensado que nada nuevo sucederá. Pero nunca falta el imbécil que te demuestra todo lo contrario.

Por eso, amo Lima.

 

 Lima, 13 de febrero de 2014.

  

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