Qué
ganas de pegarte con el látigo de mi indiferencia, y decirte cuánto te odio,
por la ausencia de agallas por no decirte cuánto te amo.
Qué
ganas de no haberte conocido para seguir soñándote.
Qué
ganas de no verte para desearte más.
Qué
ganas de no tener para anhelarte.
Qué
ganas de no haberte encontrado para seguir buscándote.
Qué
ganas de no haberte soñado para seguir construyéndote y darle rienda suelta a
ese sentimiento, el cual deseamos y odiamos a la vez; deseamos por querer, y
odiamos por cobardes.
Qué
ganas de que te largues para retenerte, y hacerte el amor.
Lima,
26 de marzo de 2005.
Pensar
en ti seria como un minuto en el infierno, preguntándome qué hiciste, qué haces, qué harás; si me extrañas, si me piensas, si me
quieres, si amas, o peor aún, si
estás con otra persona. Pensar en ti sería joderme la mente con preguntas
sin respuestas; pensar en ti sería quemarme con las llamas del Hades de mis propios celos.
Pero
pensar en ti sería como un minuto el cielo; saber que existes, que estás allí, aunque
sea en mi mente, y que en ella nos amamos, nos queremos, nos deseamos. Pensar
en ti es volar sin alas, caer y volver a levantarse. Pues pensar en ti quizá se
lo mejor que tengo, aunque ya no te tenga.
Lima,
30 de marzo de 2005.
El
amor…aquel sentimiento que nos hace reír, hozar, llorar, crecer, aprender, a
tener y perder, pero el amor no hace ver lo débil, cobardes e independientes
que llegamos a ser; pues nos aferramos tanto a una persona que al término de
una relación solos nos queda el recuerdo, el cruel recuerdo de las cosas tan
bellas que pasaron juntas.
El
amor…tan cruel y frío como el invierno,
El
amor…tan hermoso y cálido como la primavera,
El
amor…malgama de sentimientos puros como impuros.
Si
no hubiese conocido el amor en ti…no te extrañaría, no me cayeran las lágrimas
al pensar en ti, no te anhelaría y desearía que vengas, que me busques, que me
encuentres, y que me digas Te amo y
que siempre será así.
Pero
te conocí…y doy gracias por todo lo bello y lo bueno que fue nuestro amor;
gracias por todo, y a ti también…
22
de mayo de 2005.
Perderte,
es como perder la ilusión, la alegría, la vida…
Perderte,
es como dormir sin soñar, como llorar sin lágrimas. Sería como un futuro
incierto, y así de cierto, como que perderte sería perderme yo mismo.
Perderte
sería como jurar sin lealtad, como prometer sin cumplir.
Como
amar sin amor.
Sin
fecha.
A
veces no te amo, sólo te odio y no sabes el deseo de no haberte conocido nunca,
pues era muy feliz sin ti, sin tus besos negados y sin tu exclamación fingida y
barata de un supuesto paso por el paraíso.
Era
tan feliz sin tu cuerpo, cuerpo que me es irresistible. Nadie como tú para
hacerme café. Pero cuando entras a ese mundo lleno de misterios y engaños, me
hartas, como cuando haces -según tú- cosas que no afectan, pero pura mierda,
solo al ojo duele y tú como si nada, como si lo que hicieras o dijeras fuera
perfecto y más aún con tu puta frase de mierda ‘Ya párala, ¿no?’
Te
odio y en esos momentos solo quisiera bofetearte, pero ni eso me mereces. Dices
que soy egoísta, pura mierda, pues date cuenta de las cosas, ya no me das un
beso, te lo robo. Ya no te abrazo, te estorbo. Ya no te acaricio, te toco. Ya
no te deseo, es lujuria. Ya no te hago el amor, solo sexo…
¿Amor?,
¿lo hay? O sólo es el temor de estar con alguien por no estar solos, o la
simple, burda y patética idea costumbre de ambos…
Cuando
te pones así, te aborrezco, y más cuando muestras esa estúpida pose de
indiferencia, de ‘realeza’, como su uno te debiera reverencia, hasta por ese
beso que se te cae y lo recojo, como ese fingir por un supuesto shock de ese orgasmo; orgasmo tan
fingido como el amor que sientes por mí.
No
sólo se siente con la piel, también con el corazón, y él no engaña, como lo
haces tú, por sólo cumplir.
A
veces no te amo, sólo te odio, pero más me odio yo, por odiarte por amor.
A
veces no te amo, solo te amo
30
de junio de 2005.
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