Hace unas semanas he estado
viendo que varios de mis amigos y colegas circenses alzan la voz, o teclean con
notorio fervor, contra las iniciativas legales mexicanas de prohibir
tajantemente la participación de animales en los shows de circo. De otro lado, es igualmente notoria la campaña
agresiva que ciertos Estados de México tienen a favor de que se prohíba el
espectáculo con animales fieros en las carpas de circo; tan es así que se
contrató a la actriz Kate del Castillo para defender los derechos de los animales. En youtube pueden ver el spot grabado por ella, quien además de
lucir un rostro nuevo, defiende a capa y espada a los animales, arguyendo, entre
otras, que son salvajemente torturados con la finalidad de que los animales,
caballos, camellos, elefantes, tigres, leones, etcétera, salgan a la pista a demostrar las habilidades
aprendidas por su torturador, esto es, el domador. En respuesta al spot referido, mis amigos, muchos de
ellos domadores de fieras salvajes, han iniciado su propia campaña contra las
posibles prohibiciones de no tener animales en los circos. En ese sentido, se
ha subido a la web un espectáculo de
un joven galante domando a sus hermosos caballos sin tener en sus manos algún
látigo, fuete o porra que pueda lastimar a los ejemplares; queriendo demostrar
de esta forma, que no hay maltrato a los animales, y menos que se ensañen con
ellos, como así lo han hecho creer. El Circo
Chino de Pekín, en respuesta también, accedió a una entrevista hecha por una
reportera de Televisa donde la
corresponsal tiene delante suyo una hermosa jirafa. El animal parece inofensivo,
y de hecho lo es. La domadora explica que no usan la fuerza, que lo que
aprenden lo hacen porque es rutinario y, además, premiado con comida. Todo ello
hace presumir que efectivamente en los circos no hay maltrato animal, que no se
les golpea ni tortura como desean hacer creer a la gente que gusta del
espectáculo circense. Pero, ¿es verdad todo ello?
Mis padres son de circo, mis
hermanos son artistas de circo, yo nací en el circo y trabajé en él por dos
décadas y media. Si bien hoy en día no vivo bajo una carpa, no es menos cierto
que no esté enterado de todo lo que se vive dentro de ella. Tan es así que en
la actualidad formo parte del Sindicato Circense del Perú, siendo socio
honorifico. ¿Por qué muestro las credenciales? Para que vean que opino con
propiedad, con curtido conocimiento sobre la causa que nos acoge.
Como todo conflicto e intercambio de
opiniones, siempre hay dos versiones sobre una misma cuestión. Ya tenemos claro
que de un lado están los defensores de los
‘derechos de los animales’ y de otro lado quienes aducen no maltratar a los
animales. La pregunta se divide en dos:
1 ¿Se
maltrata o no a los animales que trabajan en los circos?
2 ¿Los
animales, cualquiera fuere, tienen derechos?
En cuanto a la primera, por
desagradable que parezca, la respuesta es sí, se maltratan a los animales. Pero
ojo, la afirmación no es del todo cierta. Y pido a mis amigos domadores que
antes de verter algún improperio a mi persona, me permitan terminar la idea. Gracias
al trabajo de mi padre, pude estar en diversos circos, que es donde conocí a
mis amigos, que hoy son domadores o acróbatas. Desde chaval fui testigo fiel de
cómo algunos domadores golpeaban ferozmente a los animales bajo su custodia.
Una de las experiencias más amargas al respecto fue cuando presencié cómo
apaleaban a un orangután de pelos rojos y alborotados, cuyo nombre era
‘Cachirulo’, su castigador –en aquel remoto año– era un joven de talla alta y
complexión atlética, quien se hacía llamar así mismo como ‘El Rey de los Payasos’. El orangután
no actuó bien en su oportunidad y, El
Rey de los Payasos’, ordenó amarrar al ejemplar sobre las rejas que marcan
el territorio del circo. Le ataron sus extremidades, y el domador empezó a
darle de golpes al pobre animal. Los alaridos de ‘Cachirulo’ se escucharon por
todo el circo, como explosiones de tormenta. Yo estaba fuera de uno de los
carromatos en compañía de mi padre, me sujeté a él y lloré en nombre del
animal. Más por cansancio que de buena voluntad, el domador dejó de golpear con
la porra pobre animal. ‘Cachirulo’ a penas y podía andar, y, pese a la cruel
justicia de su amo, este se arrastró hasta los pies de su castigador en señal
de sumisión. He sido testigo del maltrato que propinan los domadores o
cuidadores –conocidos como animaleros, en
el fuero circense– a los animales, ninguna tan cruel y baja como la que El Rey de los Payasos propinó a
‘Cachirulo’. Quiénes somos de circo, saben de quién hablo.
Sin embargo, el hecho de un
desquiciado hijo de dueño de circo se esmerara contra un orangután, podría ser un hecho aislado, que únicamente ocurrió en
uno de los circos de mayor trascendencia en México. Pero sería mentir. Además,
habiendo tanto video en youtube sobre
el maltrato animal, sería hipócrita contradecir y señalar que nunca se ha
golpeado a un animal que trabaja en circo. Empero, y aunque suene a cliché, el
circo de hoy no es el mismo que el de hace veinte o más años. Nuevas
generaciones han brotado en las pistas de circo, muchos de ellos, quizá, siguiendo
la tradición de sus padres, domar animales. El tiempo ha pasado, y como todo,
trae nuevas formas de enseñanza; sé y me consta, al menos de mis amigos
domares, que lejos de ellos está el de maltratar y enseñarse contra los animales, a los cuales aman y protegen. Mis amigos han alzado la voz, y con ardor señalan que
en los circos no se maltrata a los animales. Mis queridos amigos, no metan la mano
al fuego por nadie. Digan y defienda enérgicamente que USTEDES NO MALTRATAN A
LOS ANIMALES, QUE SU CIRCO NO LOS MALTRATA, pero no generalicen. No todos vemos
con los mismos ojos ni sentimos con el mismo corazón. Sé y me consta el amor
que tienen ustedes por las especies fieras que tienen bajo su mando, pero no sé
la de los demás. Desafortunadamente para ustedes, querido amigos, están pagando
los platos rotos que otro rompió. Lo cual, por supuesto, no es justo. De todo
corazón les deseo que el éxito que ustedes mismos se hayan cosechado a lo largo
de sus vidas profesionales; únanse y luchen inteligentemente por lo que
piensan, no tildando y ninguneando a las personas que salen en los spots ni contra un grupo determinado de personas, pues ellos ignoran la
verdad.
En verdad, éxitos. Amigos.
En cuanto a la segunda, he decir
que no. Los animales no tienen derechos. Al ser letrado y estudioso de las
leyes, me permite opinar también al respecto. Hay agrupaciones –ONG– que señalan
con entusiasmo que los animales tienen derechos. Esa afirmación es falsa. Al
menos lo que respecta a Perú y México, los animales no tienen derecho alguno.
Ello es una corriente filosófica, romántica y hasta filántropa de quienes
defienden a los animales. Pero el hecho, estricto y acorde a la Ley, es que los
animales no tienen derecho. Lo que tienen son ciertos beneficios, que no es lo
mismo, y esos beneficios varía según el animal. Sin embargo, el hecho de que
los animales no tengan derechos, no nos da a nosotros el derecho de abusar y
maltratarlos y menos ensañarnos con ellos. ¿Quién sería el animal entonces? A
diferencia de los animales, nosotros razonamos, y ello también en relativo, porque
está comprobado que los animales también razonan. Claro está que no resolverían
una ecuación algebraica (yo menos), pero razonan. Lo que nos diferencia, y es una opinión
personal, es el hecho de que nosotros si diferenciamos el bien del mal, tenemos la
habilidad o facultad de discernir entre lo bueno y lo malo. Y como tal, sabemos
que no es bueno el maltrato animal. Sin embargo, también es oportuno señalar
que muchas de las agrupaciones que se hacen llamar defensora de los derechos
animales no ven más allá de lo que su propósito les ilumina. Pues sus
referencias, la mayoría de veces, se basan en meras especulaciones y/o videos
subidos a la web. Tal cual fue el
caso de la actriz Kate del Castillo. De otro lado, a manera de reproche, mis
amigos domadores hacen su defensa señalando que una actriz y cantante mexicana, de cabellos largos y llenos de brillo, dio muerte
a un alce, o al menos así posa en la foto. El hecho de que Lucero haya posado fríamente y sin miramientos al lado de un alce
yacido en el pastizal, tampoco hace referencia que todo el mundo de la farándula
televisiva son cazadores empedernidos. Tampoco sería justo juzgar a todos los
cantantes y actrices por el groso error cometido por Lucero.
Cabe precisar, y con ello
termino, que el circo, cualquiera que fuera, está en la obligación moral y
civil de demostrar que no maltrata ni se ensaña con sus animales, que estos son
cuidados con suma responsabilidad, criados y amados como uno más de la familia.
Pues el circo es el espacio de recreación al cual acude la familia para pasar
un momento agradable, y no para formar parte de los dimes y diretes entre
defensores y opositores.
Amo el circo, y me gusta el
circo con animales, pero si estos son salvajemente maltratados por quienes
deberían cuidarlos y brindarles amor, con todo el dolor de mi corazón, pero
diría: NO. GRACIAS. A UN CIRCO DONDE SE
MALTRATA A LOS ANIMALES, NO GRACIAS.
Lima, 21 de enero de
2014.
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