viernes, 31 de enero de 2014

ME GUSTARÍA SER...


 
 
 
De niño, siempre quise crecer rápido. Tener barba y poder usar el rastrillo. Poder salir con mis amigos hasta altas horas de la noche sin que medie un solo regaño. Quería tener dieciocho y poder sacar mi licencia para conducir la camioneta de papá. Hoy tengo treinta y ni siquiera bicicleta tengo. Quería fumar y beber una cerveza para verme cool con mis compañeros de parra. Quería hacerme un arete en la oreja y dejarme el cabello largo al estilo Menudo. Quería ser mayor para ir a la urna y votar por el Presidente de turno. Sacar una tarjeta de crédito y comprar cosas que jamás hubiese podido pagar.

Quería vivir.

Hoy tengo treinta años y, obvio, ya soy mayor de edad. Pero ahora mis expectativas son otras. Hay muchas cosas que me gustaría hacer, y ser…


Me gustaría ser un verdadero hijo de puta (no en el sentido estricto, claro), ser un mal hijo, de aquellos que le roban a la madre o se hacen los pendejos con el cambio de las compras en los mercados. Me gustaría que mi madre me sorprendiera sacándole cobres de su monedero, que me viera hurgando en su bolsa, me gustaría robarle su pensión de jubilación, que me agarré infraganti y me diera un par de buenas bofetadas con sus respectivo Eres un mal hijo; cómo le puedes robar a la mujer que trajo al mundo. Lárgate de mi casa. Para mí, hoy, has muerto. Como me gustaría ser un mal padre, de aquellos que se niegan a pasarle pensión a su hijo, que no quiero verlo y menos expresarle cariño. Me gustaría que mi esposa me enjuicie por la tenencia de mi hijo, que me pida una pensión alimenticia tan elevado que sea imposible cumplir con ella para que me denuncie por Omisión de Alimentos, que me quiten la custodia del bebé y, además de pagar una reparación civil, no me dejen salir de país, como medida de seguridad. Me gustaría ser un mal esposo, de aquellos cobardes que ante la impotencia de no poder imponer su autoridad, gritan y golpean a su mujer, que venga la policía para que me arreste y me lleve esposado hasta la comisaria donde estarían las cámaras de televisión para cubrir lo sucedió, aparecer en los diarios pichiruchis de Lima con los titulares ‘Varón golpea a hembra porque no le tuvo el café listo’. Que me lleven a juicio y me encuentren culpable por los delitos contra el cuerpo y la salud en agravio de mi cónyuge. Me gustaría ser un mal cuñado, sí, de aquellos que descaradamente se le insinúan a sus cuñadas, que las invitan a ser partícipe de sus trastornos sexuales; que ellas se ofendan y me acusen con sus maridos, que éstos vengan, me encaren y me agarren a golpes por ser un vil cabrón. Me gustaría ser un buen cuñado, sí, de aquellos tan educados que en vez de decir no, dicen sí, a las insinuaciones de sus cuñadas. Enfrascarnos en una relación que atente contra la moral y las buenas costumbres; que mi esposa nos descubriera y que se vaya hacia los cabellos de su hermana, que me agarré a mis de los innombrables y que me largue de la casa. Me gustaría que me pida el divorcio pro la causal de Adulterio, que el juez le dé la razón y que como indemnización le otorgue los bienes que no tengo. Me gustaría ser un abogado soberbio, de aquellos que miran por encima del hombro a sus colegas y menosprecian a los que no son letrados. Me gustaría estar en una corte marcial e interrogar a un Oficial Mayor de la Fuerza Área Peruana y decirle, con la boquita de Harvard, que me diga la verdad: ¡Quiero la verdad! Al estilo Tom Cruise en ‘A fee a good men’. Quisiera verme con el juez que revocó mi causa decirle que es vil corrupto, que se enfade conmigo y que ordene me desalojen de la Sala, que me abran un proceso disciplinario, que me hallen responsable y me quiten la licencia de abogado. Me gustaría tener un físico envidiable, de aquellos que al pasar roban espejos y miradas de féminas, que sus novios o parejas le llamen la atención y las jalen del brazo por ser tan resbalosas. Me gustaría tener la habilidad de Jean-Claude Van Damme, ser un maestro en las artes marciales y romper madres a diestra y siniestra a quien me ponga mala cara en la calle. Me gustaría ser cobrador de transporte público, pelearme con el usuario por el precio del pasaje, decirle que no se pase de conchudo y que pague lo que corresponde so pena de bajarlo en media calle. Me gustaría ser un jugador de futbol, ser tan bueno como Cristiano Ronaldo, ganar muchos millones y gastarlos en mujerzuelas y juegos de azar, como hiso Pique. Quisiera ser gordo, de aquellos que se mandan una panza setásica, como la de mi primo Juano, y poder comer todo sin ningún tipo de prejuicio corporal. Me gustaría se un vil truhan, robar el pan que me lleve a la boca, entrar a los supermercados y hurtas calcetines y medias deportivas sin que nadie me pille, como también lo hiso mi primo Juano. Me gustaría ser un hombre guapo, como aquellos que arrastran las miradas de mujeres y hombres por igual, tener la sonrisa y el encanto de Tony Curtis y ser estrella de cine. Me gustaría ser un actor, sí, un actor porno, trabajar varios años en el oficio, acostarme con tanta mujer pueda, y ganar varios «AVN Awards» por mi sobresaliente actuación; y luego, ya jubilado, escribir un libro al estilo Las Cincuenta Sobras de Luchito. Me gustaría ser gay, sí, de aquellos que tienen los huevos suficientes y salen del closet para gritar su libertad; pelearme y discutir con los ‘conservadores’ que ven porno y golpean a sus mujeres, ¡pero ah!, homosexuales no. Me gustaría ser sacerdote, claro, de aquellos que cabellos bien peinados y trajes entallados como los que salen el televisión por cable; hablar sobre la palabra del Señor, decirles que el que siga en el sendero de Dios estará con Él cuando sea llamado, pero sobretodo decirles que dejen ya de mirar la biga en el ojo ajeno, que amen y respeten a su prójimo, y que si están libres de pecado, que lancen la piedra. Me gustaría ser un Congresista, seguir haciendo leyes tan absurdas como las que gobiernan nuestras vidas; que me paguen mucho dinero por calentar el curul de turno, ir a las invitaciones Sociales, salir en las revistas semanales con mi sonrisa Colgate y traje italiano. Me gustaría ser el hijo de Satanás, crecer con la maldad dentro, pudrir la mente de los demás, hacer maldades y poder estar en varios lugares al mismo tiempo. Me gustaría ser un aventurero, subir a aeroplano y tirarme con un paracaídas, que este no abra y que me saque la misma mierda al caer; quedar en coma por treinta años, despertar y no reconocer a nadie. Me gustaría ser un trapecista como mis primos Cavallini, subir a doce metros de altura, agarrar el valor suficiente y dar un cuádruple salto mortal sin red de protección, llegar a las manos de cacher y regresar sano y salvo a la plataforma y sentir el aplauso vibrante del público. Me gustaría ser tan rápido y encantador como mí hermano malabarista Paolo y dominar hasta nueve clavas al mismo tiempo. Me gustaría ser argentino, sí, che, de aquellos que todo lo saben y lo que lo inventan; poder hablar al estilo porteño y ningunear a los demás, pero sobretodo ser como ellos: humildes, sencillitos y carismáticos, ¿viste? Me gustaría ser un domador de fieras salvajes, obligarlos a saltar el aro de fuego, que se enoje uno de los ejemplares y me tome con sus colmillos y filudas garras por haberlo maltratado por muchos años. Me gustaría ser payaso, sí, como ese que se ha hecho famoso en nuestro país por tocar la trompeta al son de ‘Tócame la pitita’; que un ladrón entre a mi refugio y se lleve los instrumentos musicales y preocuparme porque sin ellos no sé qué hacer. Me gustaría ser un Santo, ajá, como aquellos que adornan varias de las casas limeñas, que me rodeen de velas y hasta que me volteen de cabeza las mujeres desesperadas que no encuentren marido valiente. Me gustaría ser un gran detective, como aquel que sufre Trastorno Obsesivo Compulsivo pero que es un genio resolviendo casos de homicidios, y por quien le puse el nombre a mi Schnauzer. Me gustaría ser feo, sí, de aquellos que van por la calle orgullosos de su fealdad, que no temen de verse al espejo y saberse feos, como mi primo Juano. Me gustaría ser un asesino en serie, sí, como aquel ‘Larry Hall’ y que inspiró el libro Encerrado con el Diablo. Me gustaría tener una voz privilegiada, como la de Luis Miguel, cantar temas de amor y susurrarle cosas hermosas a mi esposa. Me gustaría ser un escritor famoso, escribir muchos libros y estar asediado de mis lectores, que me pidan foto y firmar mis libros; me gustaría que piratearan mis libros y que aun así me pidan firmarlo. Me gustaría ser un sobón, sí, como aquellos que sólo tienen palabras adulonas para quienes no los quieren, de aquellos franeleros que van a casas ajenas y piden ‘pie de limón’ a sus tiítas, como el lambiscón de mi primo Juano. Me gustaría tener de nuevo dieciséis años, armarme de valor y declararle mi amor a esa mujer casada, con dos hijos, esposa del dueño del circo, y que robaba mis sueños de juventud. Me gustaría tener la pluma tan versátil y seductora como la del Maestro Mario Vargas Llosa, escribir libros como La tía Julia y el Escribidor, Travesuras de la Niña Mala o Pantaleón y las Visitadoras. Me gustaría ser divertido como Pablo Simonetti y escribir un libro tan audaz como La barrera del Pudor. Me gustaría poder tener una prosa tan majestuosa como mi otro Maestro Gabriel García Márquez y escribir una novela tan hermosa como Memorias de mis putas tristes.

Ha decir verdad, me gustaría ser todo eso,  y hacer mucho más…

Y así…

Y sólo así…

Tener algo de qué escribir, carajo.

Atte. Un escribidor cabreado por no saber qué escribir.

Lima, 31 de enero de 2014.

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