viernes, 22 de marzo de 2013

TODO DEPENDE DEL CRISTAL CON QUE SE MIRE


 

 

Hace unos días me encontré con un amigo en los pasillos de los Juzgados Civiles ubicados en el Edificio Alzamora Valdez, en el Cercado de Lima. Es un colega con quien estudié algunos ciclos en la facultad de leyes. Me dio gusto verlo después de tantos años; lo encontré saludable, risueño y alegre. Me dio gusto, también, saber que él compartiera el mismo entusiasmo que el mío por habernos encontrado de pura casualidad.
Me casé hace cuatro años; mi esposa es diseñadora de interiores; le va bien. Tenemos una hija de tres años; se ha vuelto nuestro mundo¾ Me contó. Cada una de sus palabras las vivía, se notaba en sus ojos; en verdad estaba contento por la familia que tenía. Qué bueno.
Yo también me casé; vamos a cumplir tres años en julio. Tenemos un recién nacido, tiene dos meses y medio. Efectivamente, se vuelven tu mundo ¾Afirmé.
Él tenía una audiencia. Yo tenía que hablar con un juez. Nuestra conversación duró entre ocho a diez minutos. Le pregunté si frecuentaba a la promoción. Me dijo que no. Yo le dije lo mismo. A nivel profesional me dijo que estaba como abogado para una empresa trasnacional, que le iba bien pero que esperaba buscar algo más sólido; que si bien veía temas legales, no litigaba mucho, que era su pasión. Estoy llevando una maestría en la PUCP en derecho Tributario; es muy complicada pero necesaria ¾ Me dijo. Qué bueno, me da gusto por ti; me alegra en verdad que sigas creciendo profesionalmente. Hoy en día ser abogado ya no es suficiente ¾Precisé.
Ayer iniciaron las clases ¾ continuó mi amigo¾. El profesor que  nos ha tocado es bueno. Expuso su Currículo Vitae, y, la verdad me hizo sentir un ignorante. ¿Cómo así? Le pregunté. Tres carreras, cuatro maestrías, una en Nueva York y otra en Londres; dos Doctorados. Y estaba renegando porque le cancelaron la matricula del tercer doctorado. Ilustró mi atemorizado amigo.
Nos estrechamos las manos y nos dimos un abrazo de despedida. Intercambiamos tarjetas. Quedamos en llamarnos para coordinar un encuentro, un café tal vez, y poder conversar largo y tendido. Él entró a su audiencia; yo hice mi cola para hablar con el Juez. No vi más a mí amigo. No nos hemos llamado ni nada por el estilo. Eso de quedar en comunicarse es mera formalidad, un procedimiento vago y sin futuro próximo; como aquellas que hacen las promociones escolares cuando terminan el colegio: “Nos reuniremos todos los meses” “Jugaremos fucho todos los sábados” “No faltaremos al cumple de…” “Nunca nos dejaremos de hablar” Frases de momento. Frases vacías.
Rumbo a la oficina, vine pensado en lo que me dijo mi amigo «Expuso su currículo vitae, y, la verdad me hizo sentir ignorante…» Me dio algo de pena mi amigo. No me dio lastima, no. Pero si pena. Se dejó deslumbrar por alguien que ostenta más cartones en su haber. De que distinguido catedrático tuvo que luchar por cada uno de ellos no se discute. ¡Qué bueno por el tan ilustre profesor! Pero a mí no me hubiese hecho sentir que soy un ignorante, no. Me hubiese hecho sentir motivado y tranquilo. Motivado porque si el profesor tiene tantos méritos en su haber profesional, entonces quiere decir que cualquier persona, con las ganas y el ímpetu de superación, puede tener igual o más cartones profesionales. Y tranquilo porque sé que no me está dando catedra cualquier califa, sino alguien más que experto en la materia. Estaría tranquilo al saber que el dinero invertido en la maestría está siendo justificado con creces.

Sin embargo, todo depende del cristal con que se mire.
 
Lima, 22 de marzo de 2013.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario